Unos mares y océanos irreverentes
son estos que por aquí trasladamos
para que sepan de ellos
sin necesidad de navegar por sus adentros.
A todo quisqui (1)
sus mareas castigando
por aquello
de que son muchos los relatos
de ahogados y más ahogados
que nunca más a sus casas volvieron,
ni vivos ni muertos.
Entre sus aguas se ve a Poseidón
entronizado
y maldiciones lanzando
con las uñas de sus dedos,
y a Ícaro (2) flotando
con sus alas pegadas
a su mutilado cuerpo.
De repente, ahora estoy leyendo,
pasa un crucero,
y todos con la vista siguen sus movimientos
y detrás un sinfín de veleros,
que conforme atraviesan el Atlántico
se encuentran con un mar Cantábrico
más que encabritado,
nadie sabe de que le vienen
a este mar pequeño tantos revuelos.
Por allí poetas del Olimpo arrojados
casi al infierno,
intentan calmar ánimos
dando sabios consejos,
que se escuchan en mitad de un gran silencio.
Ya en los Océanos
se hunden barcos de gran calado
y es que el oro
es de todos los metales dorados
el más apreciado,
por el se mata desde hace tiempo
más de medio universo,
Surgen brujas en estos menesteres
y libre pensadores,
los nomos de Heráclito,
poetas del Dolce Stil Novo
y juglares recorriendo
los caminos que llevan a los destierros.
Por aquí se ve a Antonio Machado
con sus campos de Castilla
y el Río Duero, entre llantos,
los olmos y los enamorados
sus corazones compartiendo.
Y a Miguel Hernández
con su firmeza de acero
a prueba de bombas
y hechizos de los cuervos.
Federico García Lorca no ríe,
busca respuestas
y encuentra insultos y maltratos
de esos que rompen las horas
ya la muerte lamiendo su cuerpo.
Aparece Juan Ramón Jiménez
con una hora de retraso
con su Platero de botijos hasta arriba
en aguaderas de esparto
tejidas en días de fríos intensos(3)
Ya Neruda sale a escena
con una gorra de marino
en mares experto,
dice a un auditorio selecto
que está cansado
de ser hoz y martillo
y de que las mujeres le guiñen un ojo
en señal de amor intenso.
Rubén Darío, poeta de los buenos,
irrumpe desolado con un cargamento
de whisky añejo,
que en las montañas de Kentucky
ha comprado a un desorbitado precio.
y es que Borges rompe los silencios
con su voz ausente,
es muy bueno y como viejo sabueso,
se sabe amo
del país que lo adora
como si fuera un futbolista
que ha ganado
un campeonato de fútbol
sin asistir a ningún encuentro.
Todo en estos mares y océanos
es sagrado,
desde la merluza al bacalao,
pasando por los salmonetes
y pulpos a las rocas arrancados
sus tentáculos llenos de ventosas
que se agarran a la vida con desespero.
Dice un amigo buhonero
que vende relicarios
bendecidos en conventos,
que a él le gustan las galeradas
y los salmos,
los Padrenuestros, las Avemarías
y los Padrenuestros
y por si faltara algo
los relicarios
de Sara Montiel,
ella cantando
para un auditorio
de altos flamencos
y otro de baja temporada,
de pavos tiesos.
¡Que si
Que es verdad, que yo he visto
en un charco de agua milenaria
estatuas de sal y a pajes colorados
cantando canciones e himnos sacros
para cuando se trasmite
la misa del Gallo en directo!
A ahora llega el momento
y a todos lectores y allegados
les recuerdo,
y es que viene al caso,
que mi mar es de agua
que está grano a grano
salada todo el año,
entre días calmados
y otros de huracanados vientos.
Irrumpen en este tramo
musas nadando
cargadas de versos
con que apagar el fuego
que irrumpe descontrolado
en los bosques maltratados
de los países infectados de pirómanos
que gozan leyendo
versos que son fríos lamentos
mientras sus mentes están puestas
en prender incontrolados fuegos.