Yeshuapoemario

De verdad les aseguro que viene la hora —de hecho, ha llegado ya— en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan hecho caso vivirán (Juan 5:25).

 

En la vastedad del tiempo y el espacio, las historias de antaño resuenan con eco divino,

donde profetas de eras pasadas, con sus manos ungidas, desafiaron el final del hilo.

Elías, con súplicas fervientes, devolvió el aliento a un niño, cuya vida había fenecido,

y en Sunem, Eliseo repitió el milagro, con la gracia de lo Alto, el joven fue restituido.

 

Estos actos de fe, narrados en antiguos textos, testimonios de un poder supremo,

hablan de un Creador, Jehová por nombre, cuya voluntad trasciende el reino terreno.

Con promesas de vida, más allá de la muerte, en sagradas escrituras se revela,

un futuro donde los lazos rotos se restauran, y la esperanza eterna destella.

 

Jesús, el hijo de este gran Soberano, en la Tierra su poder manifestó,

resucitando a Lázaro, mostrando al mundo, que la muerte no es el fin, sino un breve adiós.

Ahora, ascendido a los cielos, con autoridad plena, su voz retumba en la inmensidad,

prometiendo un despertar de aquellos en tumbas, una segunda oportunidad en la eternidad.

 

Así, las escrituras nos hablan de milagros, de un pasado donde lo imposible se tornó real,

y nos dejan una promesa, un futuro esperanzador, donde la vida triunfa sobre el mal.

En la poesía de la fe, en los versos de la creencia, encontramos consuelo y fortaleza,

en la posibilidad de un mañana sin fin, donde la vida se renueva en perpetua belleza.