Ese día la abuela le pidió a Nancy que fuera a traer nopales, le proporciono un morral, un cuchillo y aunque Nancy ya había visto varias veces cómo se hacía, su abuela le explicó nuevamente cómo hacerlo, le recomendó que no se alejara mucho y la despidió con un beso en la frente, Nancy salió muy contenta siguiendo la ruta que usualmente seguían cada vez que la acompañaba, tenía muchos deseos de complacerla trayendo los nopales más grandes y jugosos que pudiera encontrar, en el camino había varias veredas que se adentraban a terrenos todavía silvestres que era en donde solían encontrar nopales u otras hierbas para consumo propio y de las aves que criaban; en el trayecto encontró varias nopaleras pero las consideró demasiado pequeñas y fibrosas así que siguió caminando, distrayéndose con el vuelo de las mariposas y escarabajos metálicos que abundaban en esos espacios, la sensación de libertad y alegría la embargaba mientras meditaba en la diferencia con la cual su madre le atenazaba la mano cada vez que salían, como si temiera que al menor descuido la perdería, su enérgica opresión la agobiaba pues no podía admirar nada de lo que a ella le llamaba la atención en el trayecto, sobre todo si iban al mercado con sus innumerables y coloridos productos; como si mamá siempre anduviera con prisa, arrastrándola si no seguía el paso. En cambio la mano de la abuela era arrugada y cálida, con un suave apretón que era más bien una invitación a seguirla, un ancla segura que no la sacudía impaciente si se detenía a admirar algún objeto, sino más bien la aterrizaba sutilmente, animándole a continuar.
Mientras avanzaba sumida en esos pensamientos se percató de que la vereda continuaba en un terreno donde por aquí y por allá se veían casas espaciadas, le extrañó no reconocer el lugar, el cielo se había nublado pero el sol iluminaba intensamente y soplaba una cálida brisa, se sentía tan liviana y feliz que no se preocupó pues ahí también había no solo nopaleras sino pitahayas, ciruelos, guayabas, saramuyos y otras especies lozanas y con frutos en diversos grados de madurez, por aquí y por allá deambulaban cabras, pollos y pavos, pero ningún perro o gato.
-Qué curioso -pensó
Los habitantes de las casas se veían ocupados en diversos quehaceres o simplemente estaban sentados en los porches (todas las casa tenían el suyo) y al avanzar pudo percatarse de que en los frentes y los patios crecían grandes y jugosas nopaleras, exactamente lo que ella quería, sin embargo, por estar en los terrenos de las casas era necesario pedir permiso para poder cortar alguno y no quería hacerlo, siempre había sido tímida e insegura por lo cual pasaba frene a las casas admirando el tamaño y verdor de las nopaleras, muchas de ellas adornadas por sus frutos rojos, otra cosa que le llamó la atención fue percatarse de que en cada porche, junto a la entrada había una escopeta, le gente no parecía percatarse de su presencia, por lo cual estaba tentada a cortar alguno de esos nopales que estaban tan a su alcance, pero sabía que no era correcto, eso le habían inculcado; miró hacia atrás y alcanzó a ver todavía la vereda por la cual había venido y no se preocupó, pensando que podría regresar sin problema.
Le extrañó ver tantos árboles silvestres y nopaleras bajas alrededor, pero únicamente adentro de los terrenos de las casas crecían los más jugosos y abundantes, posiblemente debido a los cuidados de sus dueños, no entendía por qué era incapaz de pedir permiso, con tal abundancia era bastante sencillo concederle unas cuantas piezas con las cuales llenar la bolsa, pero tenía una sensación extraña de desconfianza, no había visto una sola sonrisa o gesto en los rostros de la gente, como si el rostro fuese una impasible máscara; el rugir de su estómago le recordó que ya había pasado mucho rato y debía ser la hora del almuerzo, y ella sin haber cortado una sola hoja, además la sed le asediaba, afortunadamente, más adelante, adentro de un claro divisó una aguada a la cual se dirigió, por lo menos ahí no necesitaba pedir permiso; ya en la orilla se inclinó y bebió ávidamente. Una vez saciada la sed y al levantar la vista descubrió con asombro que el sol comenzaba a ocultarse y tendría que regresar, en eso se percató de que cerca de ella la hierba se movía y de dónde emergió un gran gato amarillo que se acercó también a beber.
-No te había visto por aquí, seguramente vienes por los nopales
-Nancy sorprendida contestó:
-¿Cómo lo sabes?
-Oh, pues porque es lo más nos gusta ¿no? lástima que sea tan peligroso.
-¿Tú comes nopales?¿Por qué dices que es peligroso?-Por supuesto, todos los comemos, pero esa gente también los consume y nos dispara cuando entramos a robarlos ¿pues de dónde vienes?
-Mi abuela me encargó traer nopales, pero no sé cómo llegué, pensaba pedir permiso para cortar algunos pero...
El gato la interrumpió:
-¡Ni se te ocurra! acabarás hecha tapete, pero qué abuela tan desconsiderada, debería venir ella misma, ni modo, tendré que ayudarte, pero debes moverte aprisa, vamos que tengo hambre.
Sin esperar respuesta el gato avanzó hacia la casa más cercana, agachándose entre la hierba mientras Nancy lo seguía desconcertada, pensando que no era necesario robarlos pero ansiando ver la cara de asombro de su abuela al ver el tamaño y jugosidad de las hojas, después de todo no creía que esa gente fuera capaz de dispararle a una niña. Antes de continuar el gato le dijo:
--Veo que traes una bolsa, voy a distraer al tipo que está en el porche, tú te arrastras, llenas la bolsa y te arrastras de vuelta, pero apúrate porque los vecinos se acercarán al oir el alboroto.
Luego, sin esperar respuestas se arrastró sigiloso hacia la barda, la cual brincó de un salto. Nancy pensó que era tonto arrastrarse como gato así que tan solo se acercó a gatas hacia las hojas que sobresalían de la barda y mientras lo hacía sintió empequeñecerse sin que las piedras o los espinos del suelo la lastimaran, apenas tuvo las hojas a su alcance escuchó maullar al gato, sacó rápidamente el cuchillo, pero estaba tan nerviosa que sus manos temblaban impidiendo hacer un corte rápido, un disparo y el grito de un hombre la asustaron más, la baba del nopal escurría de sus dedos haciendo resbalar el cuchillo, al agacharse para recogerlo sintió una mirada fija sobre su espalda y al voltear encontró un rostro fruncido que gritó:
-¡Aquí hay otro!¡traigan la escopeta!
Nancy se puso pálida mientras el hombre había tomado ya una piedra listo para golpearla, entonces reaccionó y presa del pánico se alejó de un brinco y corrió a zancadas hacia la aguada, en la carrera se encontró con el gato, quien le hizo señas para que lo siguiera, entre la hierba encontraron un hueco que a ella se le hizo pequeño pero al cual entraron sin dificultad, una vez adentro el gato le espetó:
-¡Eres una estúpida!¡Te dije que te arrastraras!¿Por qué no brincaste la barda?¡Eras demasiado visible! ¿por lo menos llenaste la bolsa?
-No pude, estaba muy nerviosa, se me cayó el cuchillo...no pensé que fueran capaces de dispararle a una niña...
-¿Cuchillo?¿niña? ¡Eres más estúpida de lo que pensé!¡No necesitas cuchillo, para eso tienes garras!¡Qué ridículo creerse niña!¡Si eres tan gato como yo!
Estupefacta Nancy se observó las manos, que efectivamente estaban recubiertas de pelo, sus uñas eran garras retráctiles y sus palmas tenían suaves almohadillas de felino, el gato, impaciente y amenazador le grito:
-¿Qué? ¿Te acabas de dar cuenta? ¡Dame inmediatamente los nopales que tengas o te los quito yo mismo!, ¡casi me matan por tu culpa!
Nancy sacó la única hoja que había logrado cortar y salió apresuradamente del hueco, caminó sin saber a dónde, estaba confundida y desorientada, ya había empezado a oscurecer y se encontraba fatigada, no reconocía las veredas, entonces desconsolada se agachó apoyada en una barda solitaria sin importarle su suerte. Mientras lloraba silenciosamente abrazando la bolsa vacía con el cuchillo en el interior escuchó voces alrededor:
-¿Oiste los disparos? Esos condenados gatos ya empezaron a rondar, pero el amo tiene buena puntería, ayer mató a tres
-Sí, a mí me arrancaron varias hojas, pero ya está convertido en tapete.
-Sí, lo malo es que tienen la piel muy delgada y pierden pelo rápidamente ¿qué se sentirá tener las raíces encima de uno?
Nancy, sorprendida miró hacia todos lados y sólo detectó nopaleras alrededor, sin saber cómo se encontraba ahora adentro de un patio.
-¿Viste a la señora Esther? ella se hizo un chaleco y le quedó muy lindo.
-Miren, ahí hay un bulto...
-¿En serio?¿dónde?
Nancy se sintió observada
-Uy, pero si es un nopalito ¿cuándo lo habrán plantado?
-Lo han de haber traído del monte, miren que esmirriado y reseco está
-Tiene un morralito, a ver chiquito ¿qué guardas ahí?
Nancy sentía que la cabeza le daba vueltas, se miró las manos y vio dos nopales delgados y espinosos, balbuceando mientras apretaba fuertemente la bolsa contra su pecho contestó
-Nada
Las voces que al principio eran tranquilas y despreocupadas se tornaron autoritarias y graves
-¡Muéstralo!
-¡Debe ser un cuchillo!¡Ya decía yo!¡Tú debes ser ese pájaro negro que pasó por aquí hace rato mirándonos con codicia!
Nancy estaba aterrada
-¡Luego regresaste con ese gato amarillo!¡Granuja, creiste que nos podías engañar, ahora te vamos a enseñar a respetarnos!
Nancy vió como era cercada mientras la nopalera crecía desproporcionadamente, pero lo que más le impactó eran las espinas largas y puntiagudas que le apuntaban desde todas direcciones, en su desesperación se tiró al suelo y empezó a escurrirse como si fuera una serpiente con lo cual logró atravesar el cerco, cuando se vio nuevamente en las veredas ya no podía más, se puso de rodillas y apoyó las manos en el suelo agachando la cabeza, así, en esa posición trató de recuperar aliento, no quería mirar la noche que se había cernido, entonces percibió unos pasos que se acercaban pero no le importó, en eso sintió que la levantaban con cuidado, una mujer la había abrazado mientras otra comentaba:
-Pobre cabrita ¿qué le habrá pasado? mira, le colgaron un morral y trae un cuchillo adentro, debe ser de don Severiano.
-La ha de haber perseguido una serpiente y se perdió
-Dale un poco de agua, se ve fatigada
Nancy observó sus brazos y los encontró revestido de pelo blanco y en vez de manos poseîa gruesas pezuñas, cansada se dejó llevar y bebió toda el agua que le ofrecieron, la mujer que la cargaba caminaba por un sendero iluminado ya por una enorme luna llena, Nancy la miraba embelesada mientras recordaba el rostro dulce de su abuela y deseó intensamente verla de nuevo, entonces, en un parpadeo aparecieron nuevamente las veredas que le eran familiares y por donde había comenzado su odisea y sin pensarlo se impulsó hacia su visión; cuando cayó, rasguñada y sucia corrió nuevamente de vuelta a su casa, sería el mediodía cuando cruzó la puerta encontrando a su madre encolerizada que sin pensarlo se le fué encima a golpes mientras le gritaba:
-¡Chamaca del demonio ¿dónde estabas? !llevo toda la mañana buscándote!
Su abuela apareció entonces, abrazó a su nieta impidiendo que el castigo continuara mientras le decía a su hija:
-¡Ya cálmate Tina!¿no ves cómo está? agradece que regresó
-¿Calmarme? ¡Siempre hace lo mismo!¡Todo la distrae!¡Seguro se quedó jugando quién sabe dónde!
-¡Basta Tina!¡Yo la mandé!, no tienes por qué pegarle,mejor vete
Tina, frunciendo el ceño se alejó, Nancy, aferrada a la abuela lloraba silenciosamente mientras ella, acariciándole la cabeza le dijo:
-No te preocupes por los nopales, no tienen que ser grandes ni jugosos, mañana iremos juntas así no tendrás que transformarte en nada...