Lea Nieves Torres

Los cuerpos hablan

\"Hay silencio...no se sabe si la mató o solo la molió a golpes.\"

 

Dicen que al llegar la adolescencia y la juventud, los cuerpos hablan, bailan, gritan, llorando tristeza al no cumplir el propósito para el cual estan hechos. Genoveva, una chica de 18 años, 170 de estatura, delgada,  guapa, de ojos verdes y cabello castaño, había llegado a la Capital de la Salsa, al igual que muchos desplazados por la guerra con su madre y su hermano. A su madre le preocupaba encontrar un marido para su hija a toda costa. Así que, empeñada en la tarea de cazadora le abrió las puertas para el propósito. El médico del barrio la invitaba a salir a discoteca, y la regresaba a casa a las seis de la mañana, sin compromiso.

Busquese otro, dijo la madre. Y lo buscó. Un sargento de 1.90m. de estatura, ojos  y cabello negros, piel cobriza, cuerpo atlético y modales agradables. Ella no contaba con los celos del hombre que la dejaba bajo llave en el apartamento; que la celaba hasta con la sombra; que la creía un objeto de su propiedad; nadie podía visitarla ni siquiera su madre. La llenaba de regalos, flores, perfumes costosos, finas y hermosas prendas de vestir... Se sentía como una mosca atrapada en una inmensa telaraña de fuertes hilos y cuyo opio adormecía. Escuchaba kilometros de música ya que escuchar música era su única \"libertad\". Su cuerpo esclavo se encendía como un volcán y se entregaba, pero el lobo voraz de su marido pedía más y más...entre besos, caricias, falsos te amo, ella se sentía como un objeto y se cansó.

_Me voy a casa de mi mamá- dijo.

Los vecinos escucharon los gritos de la mujer pidiendo ayuda, llamaron a la policía. Todo estaba en silencio. 

El policía al mando ordenó tumbar la puerta de entrada al apartamento y al entrar a la habitación de la pareja encontraron al hombre desnudo, muerto en la cama con una daga clavada justo en el corazón y a Genoveva desnuda en el sofá con la mirada turbia y fuera de sus cabales con un ojo negro, los labios y pómulos hinchados por los golpes y más de una docena de correazos en su cuerpo.

Los vecinos se alarmaron cuando llegaron más patrullas con personal especializado  y la cuadra fue cerrada con cintas amarillas y señales de \"Prohibido Pasar\" y vieron a la mujer esposada, con la cara y los brazos llenos de hematomas, subir a la patrulla policial rumbo a la cárcel municipal.