En qué me he convertido, esta sed de un corazón sin voz,
que no puede vivir por la mochila que carga su vida sometida,
falta de sueños que se pierden en un horizonte ciego e insensato,
oculto sin observar salir la brillante luz del sol.
Treinta días sin alma, sin corazón...
Treinta días sin ser tú,
prisionero de la obediencia,
pero esperando volver,
porque en el fondo está tu ser,
ese del amor propio y del que ama a los demás,
aquel que sueña como ese niño que sonreía en sus juegos e ilusiones de infancia.
No te pierdas en estos treinta días que no serás tú,
se entristece el alma por el poder de las apariencias muertas,
de la competencia sin meta.
Ya pasaran los días y volveré a buscar
lo que realmente es de importancia,
el reloj de mi ser que late con fuerza.
Hemos de levantar el amor, la fe, la esperanza y el corazón
en este cruel mundo que nos rodea.
Mi vida, tu vida, no te dejes llevar
por los sucesos que te quieren ver sin la ilusión.
En cada latido de tu corazón, busca lo verdadero,
acariciar tu mascota, almorzar en la mesa familiar,
perdonar y ser perdonado,
sentir un espacio natural en tus manos como la brisa de la naturaleza.
Disfruta de lo que realmente importa,
deja esa competencia que los treinta días pasarán...
y encontrarás la paz en tu ser, recuerda siempre el alma es tu poema querido poeta.