Díganle por favor que la vida duele,
Díganle por favor la razón por la que ya no estoy aquí…
Había iniciado su carta con estas palabras,
Obviedades prestadas,
De tiempos mejores,
Enmarcados por sus dolores.
Díganle que no está mal ser frágil,
Que la dureza es una tersa mentira.
Había continuado su verso,
Enmascarando el solsticio del día,
Tratando de ser grácil.
Si pudiese volver, no sé si lo haría,
Respirar de nuevo me resulta tan remoto.
Mucho de ese penar roto,
La vida es algo de lo que cualquiera dudaría,
Mas la muerte es una certeza demasiado nocturna.
Pero cualquier suplicio es poco,
Cuando se descubra la verdadera belleza,
Así que:
Díganle por favor que la vida duele,
Pero que el dolor parte de la naturaleza,
Que no volveré por razón alguna,
Pero que en sus recuerdos, en sus sueños,
Ahí estaré…
Desde aquel entonces,
Jamás volví a ver igual a la luna… dijo el sol, llorando un poco.