Un río de lágrimas amenaza la frente de los cometas,
Que entran a la tierra sin permiso de nadie
Heridos en la frente, por la velocidad y el fuego ardiente
De un firmamento, que los engulle como planetas…
En la aldea de las cosas minúsculas,
Los seres humanos otean el espacio para adentrarse en el fin del mundo,
Con cabezas frías, y derrotados por el tiempo,
Cuelgan sus inmortalidades en el espejo de una noche extrema.
En la penumbra de un alma en pena,
Pequeños insectos van tronando una armadura,
Que se dispone a disparar los últimos ecos
Hacia una multitud insustancial y sin destino.
Son acorazados de papel que están sembrando dudas
En la frente de los científicos del carrusel roto
Trabajan para la maquinaria del tiempo omnisciente,
Que crece debajo de los atardeceres, humedecidos por el ayer.
Es el Dios del fin de siglo, que araña la realidad
Con los pensamientos de quienes produjeron
Durante la era industrial, un hombre voraz y sin destino…