A veces la haga mía
convoco el suspiro de los ángeles
y se prende la mecha del río de la vida.
Sus ojos son la bella complejidad de la luz
cuando pestañea en el horizonte
disolviendo los temores tempranos
de las luces del lienzo azul
aún sin raíces sobre el agujero del picardías.
Sus dedos filamentos sensoriales
circulando por los poros
que apacigua mi alma y la eleva
hacia escalofríos repentinos.
Cuando me besa
sube la marea en la fuente
donde las gaviotas beben
se contornea la lengua
antes que el barco despliegue las velas.
Las alas que surgen, en hemistiquio,
por encima de su vientre
son flanes de algodón balaceándose
sobre la verticalidad donde se sacrifican los árboles.
En la habitación altar,
donde la sueño,
sube el amor por los prados
regalando explosiones al aire
cataratas de cúmulos
navegan en andanadas sobre su vientre.
Desdentado el deseo
el aroma de la virginidad
cae en silencio sobre las hojas de la noche.