No quiero paz,
esa calma que me mantenga inmóvil e indiferente,
prefiero la guerra,
esas batallas que me mantengan alerta, humilde y consciente.
Quiero sentir cada latido,
cada temblor de la tierra,
comprender el dolor del otro,
ver el mundo sin vendas.
Que me hagan sentir vivo,
en cada paso, en cada gesto,
en la risa y en el llanto,
en el fracaso y en el éxito.
Que me mantenga en pie,
a pesar de las dificultades,
con la mano dispuesta a ayudar,
a curar heridas, a ofrecer bondad en el caos.
Busco la guerra de estar vivo,
de luchar por un mañana,
donde cada ser pueda caminar sin cadenas,
sin penas.
Una guerra de amor, de compasión y de esperanza,
donde cada batalla ganada sea un paso hacia la confianza.
No quiero la paz que adormece y que aísla,
quiero la guerra que despierta.
Que nos une y nos enseña,
que cada corazón, aunque herido,
es una vida.
Así marcho, con el estandarte de mi alma desplegada,
en esta guerra dulce y feroz,
apasionadamente abrazando la vida.
Siendo valiente aun siendo vulnerable