Mutilaron los muros del sosiego
con cuentos de figuras trasnochadas,
regresaron los gritos de la noche
y huellas del sollozo en la almohada.
Con los puños cerrados de impotencia,
el dolor oprimiendo las palabras
y la lengua lacerada de silencio,
deambuló con la sangre envenenada.
Con coronas de púas marchitaron
la buena sintonía y la concordia
de una vida, trizando los espejos.
Salpicada del fango de las hienas
un alma vagará con la aflicción
de su dogma rodando por los suelos.