Te erigiste en director de mi concierto.
Te empeñaste en escribir mi partitura,
en elegir mis músicos, mis coros,
mi escenario, mi público y mi foro.
Te creíste genial e imprescindible:
un maestro, un genio, una figura…
te apropiaste de todos los aplausos,
yo era apenas la estela de tu pluma.
Escogiste teatro y teloneros,
te buscaste claqué y público fácil,
sobornaste a críticos caducos
y sembraste las calles de pastiches.
Pero hoy has subido al escenario
y el telón se ha rasgado en mil pedazos,
tu batuta se arruga en cada lance,
tus bemoles no alcanzan sostenidos,
los maestros huyeron por el foso
y el aforo patea enfurecido.
SHEMIRRAMIS