Mira estas manos, cuántos tormentos
se reflejan en su piel marchita,
yo nunca quise ser así,
cubrí mil alas bajo sombras de desdicha.
En el espejo de la noche,
mis manos exploran el silencio,
palpando los fragmentos de sueños fugaces,
en la búsqueda de entender los susurros del viento.
Estas manos, portadoras de mi historia,
testigos mudos de batallas internas,
cada línea, un sendero de introspección,
cada mancha, una lección aprendida en soledad.
No buscan ya la luz de estrellas extintas,
ni el calor de un sol que no promete alivio,
solo se extienden, temblorosas,
hacia el borde del abismo.
En este lugar sombrío,
el pensamiento pesa y se retuerce,
mi mirada se pierde,
contemplando la eternidad
de un instante sin respuestas.