Lourdes Aguilar

LA BESTIA

A sus ocho años  Chema ya era un chiquillo huraño y rebelde, mayor de tres hermanos, vivía constantemente frustrado por la pobreza de su hogar, sus padres, campesinos de oficio no lograban solventar los gatos y aunque Chema asistía regularmente a la escuela distante a unos tres kilómetros de su casa, el cansancio y las burlas de compañeros menos desafortunados que él le calaban hondo, los pocos privilegiados que llegaban limpios y con un almuerzo para calmar el hambre durante el recreo se complacían en humillarlo constantemente por su ropa remendada y copiosamente sudada, sus huaraches gastados por la diaria caminata, su desaliñado aspecto y el rugir de su estómago aún antes del toque de campaña que anunciaba el recreo,,; su padre siempre le decía que lo más importante para él era estudiar, que nunca dejara de aprender, así mismo le enseñaba durante sus vacaciones cómo trabajar la milpa, pero Chema de testaba ambas cosas: la escuela y la milpa, la escuela porque en ella era objeto de burla y la milpa porque le asociaba con la pobreza,, trabajaba y estudiaba de mala gana, cansado a su corta edad de su casa de adobe, del fogón donde su madre preparaba la humilde comida, de sus hermanitos que jugaban son palos y piedras, de las continuas arengas de su padre ensalzando el valor del estudio y el gusto que tenía de poder darle esa oportunidad, su madre era una mujer siempre activa y paciente, no solían ser cariñosos, el amor por sus hijos y sus deseos de que tuvieran una vida mejor lo demostraban en sus manos ásperas, sus pies callosos y la piel curtida por  el sol.
Chema sin embargo se sentía solo, no quería decirle a nadie lo que sufría en escuela, era claro que si la abandonaba tendría que trabajar con su padre todo el tiempo y eso significaba que las humillaciones, el hambre y la pobreza continuarían lo cual contribuía a su mal humor.
 La familia vivía montaña arriba, en una zona costera propensa como todas a recibir embates de tormentas y ciclones, sin embargo a su corta edad no le había tocado presenciar más que lluvias de ocasión y una que otra tormenta cuyos mayores estragos no pasaron de abundantes lluvias, la pérdida de alguna viga y el aislamiento por días con las poblaciones más cercanas. Ese año sin embargo se rumoraba que un ciclón de gran intensidad se había formado y amenazaba tocar tierra en los próximos días; en la cabecera municipal se recomendaba dejar los hogares que no fueran lo suficientemente seguros y acudir a un refugio, sin embargo la realidad era que los  habitantes diseminados en la montaña quedarían tan aislado sen sus casa como en los refugios lo cual impediría  que recibieran ayuda en caso de que el fenómeno golpeara como estaba previsto por lo cual sus padres no pudieron más que encomendarse a la providencia, el padre ayudado por Chema fijó lo mejor posible las vigas del techo, tapó con arcilla y barro las grietas, formó canales alrededor de la casa para que corriera el agua mientras la mujer con los niños almacenaba los escasos víveres y agua en recipientes plásticos, ordenaba la ropa y soltaba los animales. 
 La   tarde de ese día se empezaron a escuchar las primeras ráfagas, Chema, cansado y molesto se acostó en el viejo catre con sus hermanitos, como siempre, en un rincón su madre rezaba ante una débil vela frente a una imagen de la Virgen de Guadalupe mientras su padre, agotado por el esfuerzo de tres días había quedado dormido;  durante un raro sólo escuchó la lluvia dispareja y el silbido del viento, mientras cerraba los ojos dejándose vencer por el cansancio. En algún momento escuchó el feroz rugido de una fiera y fuertes golpes, entonces abrió los ojos temeroso, todo estaba a oscura y al palpar la cama se dio cuenta de que sus hermanitos no estaban, los llamó pero el sonido del viento era tan fuerte que no podía escuchar su voz,; parecía que un fiera rugía rodeando la casa y golpeándola con su cola, gritó nuevamente temblando hecho un ovillo, entonces sintió  que unos brazos correosos lo rodeaban mientras la voz de su padre le decía:
-No tengas miedo mijo, aquí estoy
-¿Mis hermanitos? 
-Se asustaron, están con mamá
 En otras circunstancias se hubiera sacudido el abrazo del hombre que lo abrazaba, con su vieja camisa cuyo olor a tierra y sudor al igual que el suyo atraía tantas burlas en la escuela, en otras circunstancias le hubiera gritado que ya estaba harto de tanta pobreza, de la tener que ayudarlo en la milpa, de pasar hambre y rechazo en la escuela, pero en esos momentos se sentía rebasado por el miedo, miedo de que la bestia rompiera el techo con sus garras y se lo llevara volando por los aires a los desconocido, creía ver en los relámpagos que iluminaba ocasionalmente sus amenazadores ojos, podía sentir su corazón palpitando como pollo perseguido por el zorro, así, aprisa, desaforado, nunca había escuchado ese rugido, tan potente, tan salvaje.
-No tengas miedo mijo, yo mismo construí la casa, sé que aguantará
 Chema habló, dejando que la pregunta que lo mortificaba desde hacía tiempo, como un reclamo aminorado por e miedo saliera como un susurro entre la embestida de la bestia:
-Pa, ¿por qué somos pobres?
 El padres, sin soltar el abrazó le habló, despacio, al oído, como si fuera un secreto
-Porque tu madre y yo no quisimos irnos de aquí, porque solo amamos lo que conocemos y ésta tierra es nuestra cuna y deseamos que sea también nuestra tumba...han pasado aquí muchas cosas , cosas que quisiera contarte pero siempre estás de mal humor y no pareces oír, tu madre y yo quisimos una familia, como la tienen los pájaros, los venados, los lobos...
-Entonces, ¿por qué quieres que estudie? la escuela es horrible, llena de niños malos
-Porque los tiempos cambian y deseamos que tengas una oportunidad de salir y al llegar a cierta edad decidas qué hacer con tu conocimiento, debes saber mijo que la gente mala está en todas partes y si te vas, ésta seguirá siendo tu casa, tú y tus hermanitos son para nosotros lo más querido.
El techo crujía, el aire se colaba como el aliento pertinaz de la bestia que se negaba a rendirse, pero las manos ásperas y el latir pausado de su padre en la oscuridad le confortaban, esas manos que no conocían descanso, ése olor que lo protegía, esa voz en la oscuridad qiue le hacía sentir amado.

-Pa, me cansa caminar, me duele el estómago, me agreden sin razón...

 Lágrimas tibias empezaron a rodar por sus mejillas, mientras la casa se sacudía, los relámpagos dejaban ver goteras en varios puntos

--Lo sé mijo, lo sé, te juro que a mi me duele el doble que a ti, me duele que mi esfuerzo parezca tan insignificante y el mundo tal vez te engulla y nos desprecies por nuestro modesto amor que no alcanza para comprar la comodidad ni el respeto que ofrece no sabemos a qué precio, me duele el doble que mis pies no alcancen a seguirte ni mis manos puedan deshacer las palabras que tanto te hieren,  me duele tu dolor lacerante  porque lo has tenido que conocer tan pronto, pero debes saber también que es  pasajero, como ese huracán que ahora mismo intenta destruir nuestro hogar...

-Chema, por fin sintió que toda su frustración y su dolor empapaban todo su rostro dejándole una nueva sensación de alivio, mmientras su padre acariciaba su cabello revuelto, limpiaba sus lágrimas y lo apretaba suavemente contra su pecho y así, confortado por fin cerró nuevamente los ojos olvidándose de la peligrosa bestia.

  Cuando Chema se despertó encontró a su padre trabajando ya en las repararaciones, la casa, aunque deteriorada se mantenía en pie mientras su madre había salido a buscar las gallinas; a pesar del panorama Chema sonrió y corrió al encuentro de su padre dispuesto a ayudarlo pues había presenciado esa noche cómo el amor de su padre había vencido a tan peligrosa bestia.