La oscuridad tiene nombre propio y habita en unos labios prominentes. Ojos abismales biselados por trenzas en una piel que se ofrece como la noche y es el puente que recorro en todas direcciones, interminable. Mas hay luz en la noche, y el prudente afán de proteger ese faro ha invocado el amanecer. La luz de esa noche es una brizna débil al salir el sol, y se extingue.