En un pueblo no lejano,
tan cercano y tan pequeño
sucedió algo nada extraño
y contárselos hoy quiero.
Solo son unas estrofas
que hoy escribo como un cuento
donde algunos animales
con esmero se lucieron.
En aquel pueblo que cito
muy cercano, nada lejos,
se anunciaron elecciones
pa´ llegar hasta el Congreso;
y elegir al presidente,
tan farsante y leguleyo.
Yo lo invito, buen amigo,
a que usted siga leyendo.
Y empezó la gran campaña
en las calles de aquel pueblo
denostando a los de siempre
que eran malos… ¡Y ellos buenos!
«Eran loros parlanchines,
tortolitos y jilgueros»
que gritaban que las «ratas»
no engañaran a los guetos,
que ellos eran los llamados
hasta por un Dios eterno.
¡Y lograron su objetivo
el Congreso tienen lleno;
y también la presidencia
se agenciaron en febrero
de una forma fraudulenta
con maniobras al Derecho!
Y ofrecieron maravillas:
un buen tren, aeropuerto,
la salud y educación...
¡Pero todo ha sido un cuento!
Y sobre la economía
las promesas son recuerdos
porque nada se ha cumplido
si elevado están los precios
de los bienes importantes
como son los alimentos
con salarios que son de hambre
pero... ¡Cómo les mintieron!
Siguen despidiendo gente
que se queda sin empleo;
para colmo, no permiten,
ni que venda el sorbetero.
Han prohibido hasta quejarse
y han querido poner freno
a las voces disidentes
de lo malo del gobierno.
Y los fondos de pensiones
se van desapareciendo
el gobierno va gastando
hace ratos, hace tiempo;
y pa´ colmo con reformas
a la ley en el contexto
que impedía lo agarrara
como si él fuera su dueño.
Y la deuda, buen amigo,
con el tiempo va en aumento.
¡Ha crecido exorbitante!
¿Y qué han hecho del dinero?
Todo está en un mal estado
y hay reclamos hasta el techo
que la gente nunca expone
porque impera mucho el miedo.
Y no es ciego el que no mira
si el que mira se hace el ciego
que le aplaude a su verdugo
en el que muchos creyeron.
¿Y del pueblo sabe el nombre
que describen estos versos?
Pues se llama: «Salvatore»,
que no aprende de lo viejo.
¡Ah mi pueblo con mi gente
cómo sufren desconsuelo
si hoy gobiernan como siempre
un atajo de rateros!
Y con esto me despido
aunque en deuda siempre quedo
porque es tanto el deterioro
de mi gente y de mi pueblo.
¿Cuál será la moraleja,
de este cuento que hoy les cuento?
«Que las ratas donde sea,
van en busca de un buen queso;
si le aplaude a su verdugo,
mejor véase al espejo».