En la orilla del río, donde los recuerdos fluyen,
mis lágrimas se mezclan con las aguas serenas.
Allí, donde el sol besó nuestras almas un día,
hoy lloro por un amor que ya no está.
Las hojas caídas susurran secretos antiguos,
y el viento lleva susurros de promesas rotas.
El banco de piedra, testigo silente de nuestro encuentro,
ahora sostiene mi tristeza y añoranza.
¿Recuerdas cómo bailamos bajo la luna plateada?
Nuestros corazones latían al ritmo de las estrellas.
Las risas, los abrazos, los besos robados,
todo se desvaneció como el rocío en la hierba.
Pero aquí estoy, regresando al lugar sagrado,
donde el tiempo se detiene y los sentimientos aún perduran.
No quiero olvidar estos momentos llenos de amor,
aunque el eco de tu ausencia me atraviese el alma.
Así que lloro, no por debilidad, sino por gratitud,
porque amé y fui amado en este rincón del mundo.
Y mientras el río fluye, llevando mis lágrimas lejos,
sé que el amor perdura, incluso cuando el corazón se rompe.
Y en cada lágrima, una historia se cuenta,
de un amor que desafió el tiempo y la distancia.
El río, eterno confidente, guarda secretos,
mientras sigo adelante, con tu recuerdo en mi alma.