Si no yo,
entonces, ¿Quién sea digno de tu amor?
Muchas veces me lo he preguntado,
pero una contestación me quedó elusiva
en el congelado santuario del invierno.
*
Mis sentimientos eran de los más sinceros,
nunca lo dudaba,
pero al llegar los días más cortos,
sus ojos de matices otoñales
perdieron también su calor
en noches frías de escarcha.
*
Mientras camino solo contemplando mi apuro,
copas de nieve de mi magullado orgullo burlaron,
y neblinas matinales esconden mi necedad,
a creer que jugué el papel principal
en el teatro del tiovivo del amor.
*
Ni a dejarse ser amado,
ni creer en su propia vanidad
son los requisitos para una armonía duradera,
sino más bien, cual un vino añejo,
primero valorar bien su buqué
antes con labios innobles saborearlo.
David Arthur ©®
El cuadro de propio pincel