Es la hora
no se escucha ningún ruido
por la cortina descorrida
las sombras del árbol
reflejada por la luna en menguante
que estampa en la pared es inquietante
No se mueve
pero en tu mente se aproxima
en tu mente es una lóbrega visita y sus ramas
como brazos de un cadáver putrefacto
convocados por el misterio de esa hora
retorcidos y extendidos buscan algo entre los vivos
No habla
pero tus oídos a la soledad acostumbrados
perciben una débil voz y no sabes
si es una burla, una amenaza o un insulto
tú, cubierto entre las sábanas recuerdas
que no es la primera vez que se te acerva
No entiendes
ese sonido proveniente de ultratumba
ese sonido proveniente del más bajo
del más profundo de los estratos
pero te hela la sangre de las venas
y te sientes cercado e indefenso
Rodeado por esa red de brazos tenebrosos
que te hablan sin palabras
que te sofocan sin presionarte
que han venido antes y vendrán después
en menguante o en creciente
Solo atinas
a murmurar una oración
una súplica
la misma que te salvó
hace tanto
cuando logró tomarte
y contigo intentó volver a su tétricos dominios