Ivette Urroz
La fatiga fatigada
De fatiga en fatiga, una trenza pecosa
va tejiendo la nada,
porque la resultante ligadura
se adhiere, silbante, al torcido pararrayo,
y muy torpe, tropieza fatigadamente;
podría ser contentada entre sus ochavadas
lumbres.
De la mortificación a la metonimia de su afecto,
de la madera machimbrada a la tristeza inusual,
de la fatiga falible a la fatiga infalible,
buscamos esa ruta incoherente que, atada
vertiginosamente,
cubre un gran sigilo hasta el otro borde sin fallar.
Fatiga y fatiga,
¿dónde podría resucitar sola, vista como un estorbo
esmerilado entre la hiedra nortada,
en la polea demacrada o en la razón saturada?
Ningún instante parece agradable a esta
hora de sumisión;
añoramos una saudade del poniente.
Fatiga, fatigada,
sin hallar lo animoso en lo filamentoso
-con su cruz recostada-,
ni un solo clavel es suficiente para admirar
entre cardos y espinas.