El llanero, que no ha domado potro serrero, es como viento sin rumbo, sombra sin eco.
Las garzas, que en el cielo se confunden con las nubes, son sus pensamientos perdidos en el horizonte.
Con sombrero y alpargatas, es el guardián de secretos antiguos, que el río le murmura mientras galopa en el dorzó de río.
Las corocoras, en sus noches de amor, pintan la llanura de luces y aventuras. Su pelo que besa el viento y lo seduce con su canto es un ritual de la brisa del campo.
El patriarca, con la historia en su pecho, es un árbol viejo, sus raíces entrelazadas con los morichales, cuenta los secretos de los ríos que viajan a los mares.
Cuando eñ camarita despierta la mañana, el arrebol se tiende en el horizonte, abrigando sueños eternos de llaneros qué con su grito teje historias de sabanales.