En tus ojos se oculta el atardecer,
donde el sol cansado se despide del mar.
Cada vez que me miras puedo ver,
la suavidad de un sueño que nunca acabará.
Tus labios guardan secretos de invierno,
besos helados que anhelo sentir.
Eres la brisa que trae el recuerdo,
la caricia sutil que me hace vivir.
Las estrellas que adornan tu piel,
brillan como promesas jamás cumplidas.
Cada roce tuyo es un suave pincel,
dibujando nostalgias, creando heridas.
La distancia es un susurro constante,
un eco en el viento, un murmullo del ayer.
Caminamos juntos por senderos distantes,
buscando en la noche lo que no pudo ser.
Tus manos son la seda del pasado,
tejiendo memorias en cada rincón.
Me aferro a tu sombra, un amor ya dejado,
un suspiro eterno en mi corazón.
En el reflejo de la luna dormida,
encuentro la calma que no supe hallar.
Tu amor es la llama, mi guía perdida,
la calidad del dolor que me hace soñar.
Eres el cielo que nunca se alcanza,
una melodía que no quiere cesar.
En cada nota, en cada danza,
estás tú, con tu risa y tu llorar.
Y así, en la penumbra de este sentimiento,
te encuentro y te pierdo, sin más que decir.
Tu amor es el eco de un eterno lamento,
la calidad del deseo que no deja de existir.