Réquiem
Una balada triste te recuerda
al día siguiente cuando con su tacto roto
las manos solas se van asiendo a la idea
y la flor mustia en un rincón
evoca también una fragancia
y el único ahínco es del silencio.
La noche canta en su hermetismo
el tiempo acervo y áspero,
el lago pleno de tu ausencia, soñadora
tu lírica tierna ya no es mía,
es inmenso donde no estás,
y mi desvelo es un profundo añoro
porque sucede que me haces falta.
Cuando cantas ahora tu secreto sigilo,
tu intervalo silencioso
y tu cuerpo es un abstracto inmaterial
que vaga hasta las primeras luces
de otro próximo día sin ti,
y mi nostalgia protesta
levantando pancartas con tu nombre,
la sola evocación de tu voz
me mitiga retumbando tu fantasma
como una sombra en el sueño.
Hoy, persigo tu espejismo
por los laberintos de la noche
y tú trabajas mi recuerdo
con manos de artista
y tu nombre y su sombra,
carrusel de ensueños,
se envuelven como un tibio velo rumoroso
cuando es más nocturno aún el frío
actuando tu mímica de no estar,
como diciendo adiós con las manos
desde lejos.