Oscarin Balderas

La distancia insalvable

Amada, me fui de tu sombra
como el río que desborda la sed de la tierra,
como el viento que huye de las raíces,
dejando un eco de susurros en las hojas.
Tu nombre, antes marea en mis labios,
se deshizo en espuma, en un mar que nunca existió.

En mis manos, que fueron tus orillas,
solo quedan los fantasmas de tus dedos,
las cicatrices del roce de tu piel
como un mapa que conduce al olvido.
Cada caricia fue un trazo en la arena,
borrado por la marea del tiempo,
una promesa que se deshizo en su propio eco.

¿Dónde está la utopía de amarte?
En la ciudad de tus besos, ya derruida,
en las ruinas de tu voz, callada y lejana,
en el horizonte donde el sol nunca nace.
Busqué en los rincones de tu risa,
en el cielo raso de tus ojos,
una verdad que no encontré,
solo el vacío de una utopía que nunca fue.

Amada, el desamor es una patria sin fronteras,
un refugio donde no existen las promesas,
donde el dolor se desvanece en la niebla
y la memoria es solo una isla que se hunde.
Es un país donde los ríos no fluyen,
donde los árboles no echan raíces,
y el viento canta canciones de soledad
en cada esquina desierta del alma.

Nos amamos como dos utopías cruzando el cielo,
como dos estrellas que nunca se encuentran,
y en esa distancia imposible, amada,
construimos la perfección de no ser.
En tus ojos, vi reflejado el abismo
que separa nuestros sueños,
una línea invisible que no se cruza,
donde el amor es solo una sombra que se disuelve.

El desamor, amada, es la utopía de los que sueñan
con un amor que nunca fue,
con un paraíso donde las palabras no duelen,
donde el silencio no grita en la oscuridad.
Pero en esta tierra desolada de promesas rotas,
en este desierto de caricias perdidas,
hemos hallado la verdad desnuda,
la esencia pura de lo que no pudo ser.

Y así, en la fría bruma de la mañana,
me alejo de tu sombra,
dejando tras de mí las cenizas
de un amor que nunca fue fuego,
si no humo en la distancia,
un espejismo que se deshace al tocarlo,
la utopía perfecta del desamor.