Tu dulce mirada
se cruza con la mía
para en un instante tomar
un trozo de mi vida.
Y con amplios brazos
menuda cadera sostuve
para así, acercarme
a tu hermosa figura.
Ya en tus cálidas manos
el cuerpo dejé caer
para disfrutar
ese beso al atarceder.
Tal vez fue un ciento
posiblemente una cifra más
pero no dejo de pensar
en esa noche de mar.
La luna fue testigo
del poder de la mirada
con una palma dura
y arena blanda.