Aquella que me dijo que paso todo el día en el portal, puede ver este vídeo y sabrá a que dedico mi tiempo, mientras tengo el ordenador conectado con aviso de notificaciones, pero en segundo plano, mi primer plano lo ocupa mi taller de manualidades, pueden ver en el vídeo uno de mis últimos trabajos, el salón de la última cena, con sus trece sillas en miniatura encordadas y hechas por una servidora.
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Sombras y espejos
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Soneto con estrambote
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En un mundo de sombras y de espejos,
falsos perfiles gritan con vigor,
indignos clones tejen sus anejos,
con un solo fin: ser el ganador.
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Figurar en la cima, buscar gloria,
la tendencia es tan solo ansia voraz,
es un juego de máscaras y euforia,
que busca estrellas cual ave rapaz.
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Una lucha voraz, de egos absurdos,
la cordura tirada por el suelo,
y egos que gritan, ante sueños burdos.
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A veces se oye el son de algún cencerro,
pero tan solo aplauden sus \"alumnos\",
pues a la voz del amo, ladra el perro.
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Y sin pena ni duelo
entre cifras y likes, muere el arte
y en ello la tendencia tiene parte.
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Relato sobre el soneto
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He intentado hacer el relato
contando lo mismo que el soneto
usando todos sus versos,
algunos completos
y otros usando parte de ellos.
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En un mundo de sombras y de espejos, donde las luces del día son ahogadas por un manto de oscuridad, un grupo de clones del portal alza su voz en un rincón olvidado. Se visten de falsos perfiles, tejiendo sus anejos con destreza, cada uno seduciendo a su manera, con un solo fin: ser el ganador, el más feroz en esta selva urbana donde la fama es el rey y la autenticidad, un anhelo perdido.
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Figurar en la cima es el objetivo que todos persiguen, buscar gloria en las redes, donde la tendencia se convierte en un ansia voraz que consume a quienes se sumergen en este juego. Juegos de máscaras y euforia desbordan las pantallas, mientras los aspirantes a celebridades persiguen estrellas cual ave rapaz, sin reparar en las consecuencias de sus acciones.
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Sin embargo, la lucha que se entabla es voraz. Los egos absurdos chocan entre sí, en una danza macabra donde la cordura queda tirada por el suelo. Los ecos de la competencia gritan fuerte, resonando en los corazones de aquellos que, ante sueños burdos, se ven obligados a ignorar su esencia.
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De vez en cuando, se oye el son de algún cencerro, un eco lejano de autenticidad que recuerda tiempos pasados. Pero al regresar la mirada a la realidad, se observa cómo sus alumnos, seducidos por el brillo de lo superficial, aplauden al unísono. Ellos solo conocen la voz del amo, esa que ordena y dirige, mientras que el perro ladra en su servicio, casi como un eco de la sumisión.
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Y así, sin pena ni duelo, se desenvuelve la narrativa de este tiempo. Entre cifras y likes, el arte muere lentamente, ahogado por la necesidad de ser adorado y elevado en la jerarquía virtual.
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En este cruel teatro de la existencia, es evidente que la tendencia tiene algo que ver en la extinción del arte, y lo que alguna vez fue una expresión genuina, se transforma en un reflejo distorsionado de lo que podría haber sido.
En el eco de las sombras, la luz se desvanece, y con ella, el verdadero arte que ansiaba ser escuchado.
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Mercedes Bou Ibáñez