Somos ese algo que fracasa, que retrocede para llegar
el reptil renacido desde la cola
¿Comprenderás acaso cuando salive sobre los huecos de tu verdad?
Todo lo nuestro es perecible, infundado, efímero.
Sueños proteicos, una escatología de bolsillo
para la mañana de aquel día
que corre a prisa, pero jamás llega a tiempo.
¿De dónde vienen? ¿Hacia dónde fenecen?
Ya no existen los monstruos de la razón.
El imaginario está derramado entre tus manos.
No existe lo que no está pasando.
Los clásicos solo fueron la última canción de una resaca estelar.
Solo hay de lo que tenemos, de lo que aún no acabamos de consumir del todo.
Dirán que hace falta el humor
la risa era el recurso del abandonado
en los tiempos del ágora sin calles, sin nombres.
Era la vida del poderoso, contemplando la feria de su desparpajo.
¿Existe acaso el humor en este gran galimatías?
Hasta riendo las entrañas se revuelven.
Es el capital del sarcasmo obsceno de la mente.
El mundo no se mueve sino a base de borrones y desilusiones.
La vida es corta, ¡y es inflamable!
Solo así se puede ladrar hincado debajo de todas las casas.
Somos todo de lo que carecemos, somos todo aquello que nunca seremos
y en realidad nunca se escribió nada sobre nada.
Solo en la indiferencia de nuestros ídolos
inauguramos un reino de cinismo, mientras del otro lado
los inocentes continúan su revancha,
articulan la perversidad del origen, en el único idioma que conocen.
¿Qué no ves? Es inútil negarlo,
la ficción es ese órgano que revive nuestra paradoja.
A la sombra de esta jornada, la muerte seguirá siendo
lo único que no podremos escribir, sin recurrir al auto sabotaje.
Pide que esta vez la verdad sea tu cómplice
y toca a todas las puertas, y abre todas las pieles;
entonces, no querrás abrir esas puertas, y no querrás cerrar esos ojos.
Deseamos que la realidad sea ese polvo que nos corta el rostro,
después de la despedida al filo de la calle
pero seguirá siendo, de esa forma, una oscura y soberbia paradoja.