Ya no quiero recordarte.
No están tus llaves
apoyadas en el recibidor,
y en la heladera no está el post-it
que decía que volvías a las 20.
En la lista del súper
no hay protectores diarios,
ni quitaesmalte,
ni jabones con ¼ de crema humectante.
No está en el cajón de los cubiertos
tu encendedor que no funciona
con el que prendías el pucho
que fumabas a escondidas
en el ventiluz del baño.
En el chino me preguntan
cómo está su señola,
sé que es gracioso
porque hasta a mí me da risa,
cómo le explico al chino que
ya no compraré las gomitas
frutales que comías,
ni el porrón de corona
de los viernes a la noche,
como le explico que
quizá ya no vuelva
para no tener que responderle
nunca la pregunta.
Ya no quiero recordarte,
carajo, no hay nada de vos
pero está todo,
las luces prendidas
por toda la casa,
los platos de anoche,
la yerba de hierbas
que nadie tomaba,
las fotos…
tengo que quitar esas fotos.
No quiero recordarte
pero aún no pude eliminar
tu perfil de netflix
con esas series de mierda
que mirabas.