Aprendí a caminar en línea recta y pausado.
Tomado de una mano de la orden y la otra de la advertencia.
Atravesé la puerta hacia la instrucción, ceñido entre la exigencia y la penitencia.
La fantasía se fue disipando al pisar el umbral racional y lascivo.
La controversia apareció como una ráfaga en la mesa de café.
Despertó la rebeldía, la utopía, la resistencia a patrones culturales, el prejuicio.
Por fin una tregua que dio paso a la paciencia; enarbolada de proyectos que se plasman en el mandato más sagrado: la procreación.
La lucha y la incertidumbre se adueñaron de mis días; la tolerancia, soslayando en pos de la armonía.
¡Que maravilla el ocio creativo!
Aunque atrapado entre las columnas del debe y del haber:
El amor va perdiendo la batalla.
La paz no cesa de mendigar.
Dios está en las alturas y no baja al llano.
¿La muerte? Tal vez sea un exilio del que se puede volver.