Yeshuapoemario

El amor a Dios consiste en esto: en que obedezcamos sus mandamientos (1 Juan 5:3).

 

En el sendero de la fe, cada paso es un verso

que se escribe en el libro eterno del universo.

La devoción es poesía, que en el alma resuena,

un eco de amor divino que en el corazón se encomienda.

 

Con cada oración, un susurro al cielo se eleva,

una promesa de entrega que en el viento se lleva.

El bautismo, sagrado de luz y renacer,

marca el inicio de un viaje para en su gracia crecer.

 

La vida, un lienzo donde con pinceladas de bondad,

se pinta la historia de una espiritualidad.

En cada acto de amor, en cada gesto de paz,

se refleja el rostro de Jehová, fuente de toda verdad.

 

El amor genuino, un río que fluye sin cesar,

nutriendo el jardín de la fe, haciéndolo prosperar.

La dedicación, un juramento de fidelidad,

un compromiso con el Creador, de eternidad.

 

El sendero hacia lo divino, un camino de luz,

donde cada paso es guiado por su gratitud.

La vida entregada a Jehová, un canto de libertad,

una danza de alegría en su celestial ciudad.

 

Porque amar a Jehová es hallar el sentido profundo,

es navegar en sus aguas y descubrir el mundo.

Es un viaje hacia el interior, donde el espíritu se encuentra,

y en la comunión con lo sagrado, el alma se centra.

 

Así, en la poesía de la vida, en cada verso y oración,

se manifiesta el amor por Jehová, nuestra eterna canción.

Y en ese canto, la promesa de un amor que perdura,

un lazo inquebrantable que con el tiempo madura.

 

Porque en el amor a Jehová, no hay final ni comienzo,

solo un continuo fluir en el divino concierto.

Y en ese concierto, cada nota es una bendición,

un reflejo de su gloria, una muestra de devoción.

 

Así, con cada día que pasa, con cada prueba y cada victoria,

se fortalece la fe, se escribe una nueva historia.

Una historia de amor, de entrega y de pasión,

un relato de vida dedicada a la divina visión.

 

Porque en el amor a Jehová, cada momento es precioso,

cada sacrificio es valioso, cada acto, virtuoso.

Y en ese amor, encontramos la verdadera felicidad,

la paz que sobrepasa todo entendimiento, la eternidad.