I
Arqueado espejismo
el que vislumbran los peregrinos.
El aire de tierra que cae hecho fuga,
baranda imperfecta que nos invita a la caída.
Lo que late es la medida del tiempo
ahora, en este avanzar y extinguir.
Pensar nada,
ensimismarse en el abismo,
solamente ver, subir y estar
sin calzado ni nada
que te haga revelar
las nubes desnudas
que amarras a los dedos,
que no caen y no tienen fondo.
Parece simple,
la convergencia de los bordes,
unos que entran y otros que salen,
y algunos que finalmente se atraviesan
para resolver la inminencia de su cuadratura.
Desglosan las flechas que alimentan de paz
a su laberinto,
repleto en estares,
intrincado de ceso y genio.
(Un matiz de horas rectángulas,
aplazadas en el luto geométrico del tiempo).
La vida, aquí suspirada
como vaho naciente de entre las tablas
de un puente imposible:
un puente de nadas
un puente de formas
un puente de puentes
sumiso de pasos que desconocen
su planta, su suelo, su pie
y fusionados vuelven a su recóndita gimnasia.
En vivo y en pausa,
contemplando vitrinas geográficas,
afloran tierras y no tierras, valles y ríos sin montaña,
y la baranda aglutinada,
avara, copiosa
siente a los dedos
que han de anticipar la inminencia del limbo
en la fosa del viento
(inserta ya en lo retráctil de tablas y baldosas
empeñosas en hacer de mí un peregrino,
heredando todos sus regresos)
Y huérfano de metas,
se horizontaliza y fracciona
para imitar la diligente alegría
de lo espiral
de lo inocentemente arqueado
de lo que nunca vuelve a la matriz
de la vista y el andar.
II
Capturar la onomatopeya exprimida en el vértigo,
capturar cada esbozo de la adrenalina,
la dosis justa, en la arquitectura indeleble del temor.
Los callos con vocación de cemento
a moldear todo en curvas y horror eólico
¿Y dónde quedó el puente que necesita del hipertenso júbilo de su medianía?
¿Dónde quedó el puente que sin ser puente aún no resuelve detener su fuero interno?
¿Dónde quedó la luz verde que haría de esta obra
la magnífica alegoría de quien con sus pies bautiza los suelos?
Parece simple,
concebir la existencia de un puente que mira hacia tu patio
y de un balcón que mira hacia tu vacío
mas ¿cuál límite existe entre:
la mediocridad de los cordones atados a la baranda,
y el espacio que te separa de la primera a la próxima tabla?
Ve y observa cómo te conviertes
en la próxima estrella de cemento.
Enseguida, armando la silueta confundida
entre callejones aéreos.
No temas así del indolente material de lo áureo,
los azulados por contagio
o por regocijo de su marítimo pecado
Y ES LA VIDA LA QUE NO TE SUELTA LA MANO.
III
Tremor de extremidades remotas
las huellas que se deslizan entre tu piel
oscilan en la cavidad del olvido.
Desiertos pasos que se exilian a la suerte de los momentos.
Escape a los embalses mentales
acaecidos en la hambruna del seguir,
del pasar, del pisar
sentir la lucidez desgarrada del camino
AQUÍ FALTAN LOS ERRANTES, AQUÍ FALTAN LOS DESCALZOS,
aquí faltan quienes beban de su tierno sudor
y apuesten por los luceros indefinidos.
IV
Oh, puente
¡Qué bien has hecho en dejarte tapizar de sombras y decepciones!
Puente ¡Qué bien has hecho en enclavarte como el monolito de un cielo boca arriba!
donde se descosen alas con el fin de abrazarte
y bucear al anfibio vacío que se esconde a tus espaldas.
¿Y cuándo será que encalles tus cruentos tapices de par en par
y te dispongas a trotar sobre las plantas sin pies ni ley?
Tú, miríada para saltos suicidas,
cómo enervan tu galería de pasajes para la fuga.
Entre cielos y épocas
volatilizan tu perpendicular fe, tu fe en el aire y en la tierra,
mas no tierra en su mineral y placenta,
sino tierra de Ulises,
tierra que sea el sudor sólido de unos pies...
PARA CAMINARTE SIN LLEGAR A TI.
V
Eventos sin ceder a la Inteligencia
la foránea plenitud que no cruza ni piensa
la complexa figura de un pródigo arquitectónico,
el negro monolito que descoloca la estructura
y erige una nueva siembra
llena de barras y metales en ciernes.
La cordura magnificada de cortes
diagonales bellos en su número,
la completa gama de intensidades
se congregan en la terraza,
y abandonan la azotea
gracias a los pies que inauguran en si
el antro de la materia
y lo imposible de su morada.
VI
La marea alta no carcome su invisible resistencia,
descarga en medio de dos latitudes,
indirectas en el proscenio de los riscos posteriores.
La musa de la tectónica complacerá
esta gran obra y calmará sus males
¡A la mar que detesta lo limboide!
Así como la esencia del puente
surge de un cordel tendido a sí mismo
sin atisbos de entrega ni voluntad
¡Cómo elucubro ahora, altar regado,
sobre su diligente y silencioso cristal!
Hago la prueba de hallarme
desde el otro lado, más veces en ti
que ya habiéndote cruzado,
y esa no es aún tu alternativa ni fórmula.
Como pájaros de estadio en tus barandas pulcras,
que ahorran designios
para pasos y cuerdas siguientes
para volúmenes flotantes,
desde tu balcón o desde tu cimiente
incólume de tumor gravital,
recobrando los años redimidos por huella
descontados a grano de sedimento en el roble
Y NO TERMINA DE BAJAR A SUBIDA
Y NO TERMINA DE SUBIR A BAJADA.
VII
Por la planicie litúrgica de los siglos,
por la economía infidente de los años,
por la vorágine interior de los meses,
por la penitencia indefinida de las semanas,
por la costumbre entramada de los días
y el merodeo inexplicable de horas, minutos, segundos,
barre con todo estar y pasar venido a menos,
para continuar con la sana orgía
entre el espacio y el tiempo.