Salvador Galindo

El puente imposible

 I

 

Arqueado espejismo

el que vislumbran los peregrinos.

El aire de tierra que cae hecho fuga,

baranda imperfecta que nos invita a la caída. 

 

Lo que late es la medida del tiempo

ahora, en este avanzar y extinguir.

 

Pensar nada,

ensimismarse en el abismo,

solamente ver, subir y estar

sin calzado ni nada 

que te haga revelar

las nubes desnudas

que amarras a los dedos,

que no caen y no tienen fondo.

            

Parece simple,

la convergencia de los bordes,

unos que entran y otros que salen,

y algunos que finalmente se atraviesan 

para resolver la inminencia de su cuadratura.

 

Desglosan las flechas que alimentan de paz 

a su laberinto,

repleto en estares,

intrincado de ceso y genio.

 

(Un matiz de horas rectángulas, 

aplazadas en el luto geométrico del tiempo).

 

La vida, aquí suspirada

como vaho naciente de entre las tablas 

de un puente imposible:

un puente de nadas

un puente de formas

un puente de puentes

sumiso de pasos que desconocen 

su planta, su suelo, su pie

y fusionados vuelven a su recóndita gimnasia.

 

En vivo y en pausa,

contemplando vitrinas geográficas,

afloran tierras y no tierras, valles y ríos sin montaña,

y la baranda aglutinada,

avara, copiosa

siente a los dedos

que han de anticipar la inminencia del limbo 

en la fosa del viento

 

(inserta ya en lo retráctil de tablas y baldosas

empeñosas en hacer de mí un peregrino,

heredando todos sus regresos) 

 

Y huérfano de metas,

se horizontaliza y fracciona

para imitar la diligente alegría

de lo espiral

de lo inocentemente arqueado

de lo que nunca vuelve a la matriz

de la vista y el andar.

 

II

 

Capturar la onomatopeya exprimida en el vértigo,

capturar cada esbozo de la adrenalina,

la dosis justa, en la arquitectura indeleble del temor.

Los callos con vocación de cemento

a moldear todo en curvas y horror eólico

¿Y dónde quedó el puente que necesita del hipertenso júbilo de su medianía?

¿Dónde quedó el puente que sin ser puente aún no resuelve detener su fuero interno?

¿Dónde quedó la luz verde que haría de esta obra

la magnífica alegoría de quien con sus pies bautiza los suelos?

 

Parece simple,

concebir la existencia de un puente que mira hacia tu patio

y de un balcón que mira hacia tu vacío

mas ¿cuál límite existe entre: 

la mediocridad de los cordones atados a la baranda, 

y el espacio que te separa de la primera a la próxima tabla?

                       

Ve y observa cómo te conviertes 

en la próxima estrella de cemento.

Enseguida, armando la silueta confundida

entre callejones aéreos.

No temas así del indolente material de lo áureo,

los azulados por contagio

o por regocijo de su marítimo pecado

Y ES LA VIDA LA QUE NO TE SUELTA LA MANO.

 

III

 

Tremor de extremidades remotas

las huellas que se deslizan entre tu piel

oscilan en la cavidad del olvido.

 

Desiertos pasos que se exilian a la suerte de los momentos.

 

Escape a los embalses mentales

acaecidos en la hambruna del seguir, 

del pasar, del pisar 

sentir la lucidez desgarrada del camino

 

AQUÍ FALTAN LOS ERRANTES, AQUÍ FALTAN LOS DESCALZOS,

aquí faltan quienes beban de su tierno sudor

y apuesten por los luceros indefinidos.

 

IV

 

Oh, puente

¡Qué bien has hecho en dejarte tapizar de sombras y decepciones!

Puente ¡Qué bien has hecho en enclavarte como el monolito de un cielo boca arriba!

donde se descosen alas con el fin de abrazarte 

y bucear al anfibio vacío que se esconde a tus espaldas.

 

¿Y cuándo será que encalles tus cruentos tapices de par en par

y te dispongas a trotar sobre las plantas sin pies ni ley?

Tú, miríada para saltos suicidas,

cómo enervan tu galería de pasajes para la fuga.

 

Entre cielos y épocas

volatilizan tu perpendicular fe, tu fe en el aire y en la tierra,

mas no tierra en su mineral y placenta,

sino tierra de Ulises,

tierra que sea el sudor sólido de unos pies...

 

PARA CAMINARTE SIN LLEGAR A TI.

 

V

 

Eventos sin ceder a la Inteligencia

la foránea plenitud que no cruza ni piensa

la complexa figura de un pródigo arquitectónico,

el negro monolito que descoloca la estructura

y erige una nueva siembra

llena de barras y metales en ciernes. 

 

La cordura magnificada de cortes

diagonales bellos en su número,

la completa gama de intensidades

se congregan en la terraza,                                                                     

y abandonan la azotea

gracias a los pies que inauguran en si

el antro de la materia

y lo imposible de su morada.

 

VI

 

La marea alta no carcome su invisible resistencia,

descarga en medio de dos latitudes,

indirectas en el proscenio de los riscos posteriores.

                        

La musa de la tectónica complacerá

esta gran obra y calmará sus males 

¡A la mar que detesta lo limboide!

              

 Así como la esencia del puente

surge de un cordel tendido a sí mismo

sin atisbos de entrega ni voluntad

¡Cómo elucubro ahora, altar regado,

sobre su diligente y silencioso cristal!

 

Hago la prueba de hallarme

desde el otro lado, más veces en ti

que ya habiéndote cruzado,

y esa no es aún tu alternativa ni fórmula.

 

Como pájaros de estadio en tus barandas pulcras,

que ahorran designios

para pasos y cuerdas siguientes

para volúmenes flotantes,

desde tu balcón o desde tu cimiente

incólume de tumor gravital,

recobrando los años redimidos por huella

descontados a grano de sedimento en el roble

    

Y NO TERMINA DE BAJAR A SUBIDA

Y NO TERMINA DE SUBIR A BAJADA.

 

VII

 

Por la planicie litúrgica de los siglos,

por la economía infidente de los años,

por la vorágine interior de los meses,

por la penitencia indefinida de las semanas,

por la costumbre entramada de los días

y el merodeo inexplicable de horas, minutos, segundos,

barre con todo estar y pasar venido a menos,

para continuar con la sana orgía 

entre el espacio y el tiempo.