Isaac IMOS

ROMANCE ATÍPICO (MI HISTORIA DE AMOR) CAPITULO 5:LA ILUSIÓN DE VIDRIO DEBASTADORA PARA MI ALMA

CAPITULO V 

LA ILUSIÓN DE VIDRIO DEBASTADORA PARA MI ALMA 

 

Era un hecho, ya estaba más que enamorado. Yael llego a mi como si se tratara de un Deux Ex Machina, alimentando con su carisma y serenidad mis sentidos, borrando en gran parte mi dolor y ansiedad. Su mirada me acariciaba tiernamente. Su calor me liberaba del frío que anteriormente me había golpeado. Los lunares en su mejilla y sus ojos café oscuro me parecían un juego estelar como si Pistis Sophia los hubiera bendecido para que simplemente los adorara.  

 

La belleza de mi físico durante mi juventud nunca la visualicé claramente y me perdía en una locura cruel y fatigante. Apasionadamente halagaba muchas otras bellezas, pero en especial en la de Yael, dejándome en una hipnosis, como si él fuera el más bello de los hombres. Tenía rasgos y detalles que me gustaban demasiado, pues contaba con lo que mi cerebro considera estético. 

 

De muchas maneras buscaba hacerlo sentir magno y fuerte. Trataba de hacerle entender lo importante que era para su familia y amigos. Yael naturalmente era melancólico, adorador de lo sereno. Creo que continúa siendo silencioso. Sé que conserva una honestidad fuerte como el hierro. Me confesó muchas veces verdades que no es fácil de admitir. Y admiraba su naturalidad en contar las cosas. Su silencio en momentos me aturdía y me hacía sentir confundido. Tuve un sueño donde converge lo que describo y de lo que me hacía sentir: 

 

Imaginemos a Yael sobre una estatua mirando el horizonte en una tarde de primavera. El crepúsculo iluminaba su mirada y la luz de aquella hora dorada le rebotaba como si fuera un cuadro majestuoso. Lo observaba desde abajo e imponente su mirada era, como si un espíritu le hablara desde el horizonte. Sentía curiosidad de estar arriba con él, poder alcanzarlo y mirar juntos ese atardecer, mientras el sol moría. Desesperado le grité que me diera la mano, pero justo al verme se bajó de la estatua y no mencionó ninguna palabra. Ambos con los pies en la tierra y al mismo nivel, nos observamos brevemente. No entendía qué sucedía. Una inquietante mirada percibí. Una brisa me golpeó. Sentí tristeza y solo decidí abrazarlo, le dije al oído.  

“ Yael, prometo nunca dejar de amarte” ... 

 

Abordaré mi romance contando lo erótico y pasional, pues fue como un encantamiento de doble filo, un parteaguas en mi mente. Una sombra de angustia inició desde ese momento, siendo víctima de las dudas y de la constante sumersión de pensamientos comparativos que cruelmente me juzgaban. 

 

 

EN LA INTIMIDAD  

Los hombres tendemos a ser competitivos en muchos aspectos, a veces involuntariamente. En esta competencia perdemos el control, nuestro instinto nos burla y hace que nos sintamos incompetentes, devastados, frustrados de no ser lo que anhelamos. Es difícil aún más hablar de lo que nos hace sentir vulnerables por miedo a ser juzgados o marcados a través de la burla o del qué dirán. Muchos nos guardamos las inseguridades, lloramos con nosotros mismos, porque incluso hay cosas que no podemos revelar ni a nuestros más íntimos amigos. ¿Es nuestra naturaleza la que nos hace esquivar la catarsis? ¿Está en nuestro código genético el no hablar de lo que nos hace sentir más frágiles? Admiraré aquellos valientes que pueden aceptarse y hablar de sí mismos con una transparencia decisiva, sin pena y sin arrepentimiento. Hay hombre que puede romper ese escudo, lo sé, hablar no nos hace débiles. Tarde mucho tiempo en entenderlo, pero aún para mi es difícil expresar que la materia es mi peor enemiga, que mi alma está inconforme, rechazando mi esqueleto y carne.  

 

He intentado miles de veces de darme entender de lo que me afecta, qué es lo que me hace sentir humillado.  Y nunca estaré preparado para expresarlo con puño y letra, pero al menos ahora, intentaré expresarlo. 

 

LA PRIMERA VEZ CON AMOR 

Estábamos apunto de experimentar el resultado de la seducción y los besos. Algo que me entumecía de pies a cabeza. Anteriormente había experimentado con otros chicos, de hecho, tengo que puntualizar que no fue con Yael quien experimente por primera vez el tener sexo.  

 

Primeramente, lo hice con otro chico llamado Daniel y fue una muy desafortunada experiencia a mis diecies años. No fue más que hacer una serie de actos neutrales, sin ninguna emoción de pertenencia. 

 

Esta vez seria con Yael y con una cantidad de emociones conjuntas y entremezcladas que quienes lo han experimentado en un enamoramiento sabrán de lo complicado que es de describir. 

 

Ese día temprano, aproximadamente las nueve o diez de la mañana, Yael me invitó a su casa. Era la primera vez que iría. Y como era de esperarse, no había nadie. Era una habitación, sola para nosotros. En mi estaba la idea incesante de presenciar su cuerpo sexualmente, un deseo de sentirlo de otra manera. Idealizaba muchas maneras para hacerlo con él desde probarlo, saborear su piel, oler cada sección de su cuerpo. Lo deseaba con una intensidad inmensa e incandescente.  

 

Noches anteriores, me quedaba con Yael hasta tarde, en algunos lugares recónditos de la ciudad, y recuerdo que, en nuestros besos y abrazos, sentía su respirar agitado en mi odio y en mi cuerpo sentía su excitación.  Lo estaba logrando decía. Tarde que temprano estaremos en el éxtasis, en el acto, donde ambos compartiremos más que besos, sino un intercambio corporal, entalpia pasional y frenética. 

 

Llegamos a su casa. Observé un interior pintado principalmente de azul celeste. Me mostró la habitación donde él dormía que era bastante sencilla. Recuerdo su cobertor blanco, probablemente con líneas azules o verdes, almohadas blancas. Regresamos a la cocina y nos sentamos en el comedor a platicar un momento y relajarnos. En una plática banal, simplemente decidimos salir a comprar comida para prepararnos un desayuno. En el exterior conocí su vecindario que aparentaba ser tranquilo, pasamos un parque y a unas cuadras estaba la tienda, compramos huevo, pan y refresco. Al regresar a su casa dejamos todo lo que compramos en la mesa y sin más rodeos y sin más palabras, fuimos a su habitación y nos envolvimos.  

 

Sentí su cuerpo sobre el mío, no podíamos dejar de besarnos. En la danza erótica nos quitamos las playeras dejando sólo nuestros torsos libres y sentí en carne propia justo en mi pecho el latido acelerado de su corazón. Todo se volvió fugaz y no podía esperar para que fuera completamente mío. Nos recostamos lado a lado en esa cama y decidí desvestirme, en totalidad, él lo hizo casi inmediatamente que yo. Observé su belleza desnuda y quedé perplejo. Cuerpo semiatlético con lunares que bañaban toda su espalda, en su abdomen un camino de vellos desde el ombligo hasta su pelvis, pectorales bien marcados, oblicuos estructurados, como si un cincel los hubiera forjado. Glúteos como el algodón de azúcar, tersos, pero majestuosamente compactos.  

 

Contemplar la belleza de Yael, fue excitante. Sentir su cuerpo y tocarlo, me llevo a un éxtasis térmico con mucho ímpetu. 

 

El estar desnudo con él fue como si el tiempo se detuviera. Rompiendo la línea de la decencia, estaba salvaje y con muchas fuerzas, con ganas de escucharlo gemir de placer, o bien que él me doblegara para que sorpresivamente estuviera dentro de mí. Me estaba entregando, como me lo pidiera, era su esclavo y estaba dispuesto a todo.  

 

Mis manos tocaron su pecho y mis besos recorrieron su abdomen hasta su pelvis. Toqué lo más íntimo de su cuerpo, disfrutando el elixir húmedo de sus fluidos que emergían de su suave, pero a la vez rígido miembro. Todos mis sentidos se fijaron en él. Olía su cuerpo mientras se conmovía, mi boca lo hizo expresar deleite, mis manos hicieron vibrar su carne. Conectados visualmente pude sentir que casi lo hacía llegar al clímax. 

 

Sin imaginarlo y repentinamente mientras estaba en la cama con Yael, mi demonio me habló y mi atención se enfocó en observarme a mí mismo.  Se apodero de mi un sopor como relámpago, un suspiro desesperado que narraba, “No tengo lo mismo que él, mi cuerpo es diferente, no tengo un cuerpo tan visualmente estético”. Creí que debía estar en sintonía con él de alguna forma, ser similar físicamente. Y todo fue con énfasis en el físico en ese momento. Un frío cayó en mi corazón, una ansiedad que en fracción de segundos me enredo y no podía dejar de pensar en ello. Fue muy difícil para mí no sentirme menos. 

 

Apareció una vergüenza de ver mi cuerpo a lado del suyo. Jamás imaginé que después de desvestirme frente a él y haber experimentado fascinantemente un momento erótico, una realidad como golpe inesperado me apuñalara. Pensé en dejarme llevar. Aún que constantemente mi subconsciente me dijera “esto es demasiado para ti”. Decidí no hacerle caso, pero su grito de burla hizo que no pudiera concentrarme o dejarme ir del todo. 

 

No logró comprender como pude seguir, ¿acaso él notó en mi como mis ojos se opacaron?, nunca lo sabré.  

 

Continue en el acto muy confundido, antepuse mi amor y cariño porque sentía que era lo correcto. Aún que parte de mí ya no estaba y mi mente se encerró en dudas y críticas, decidí proseguir. 

 

Como un fantasma metafísico probe todo su cuerpo y pequé de lascivia. Tuve lo que quería, mi amor estallo con él. Sus besos y aliento me permearon. Nuestros sudores se mezclaron junto con nuestras miradas.  

 

Podría decir que mi primera vez con Yael fue como un “intento” porque no pude disfrutar del todo, debido a mis pensamientos que súbitamente llegaron. Yael tal vez lo absorbió o de alguna manera se percató que mi mirada estaba ligeramente perdida. Decidimos parar y abrazados me comentó, “¿Todo bien Isaac?”, respondí que sí. Me levanté de la cama para vestirme. No quería que me viera más desnudo.   

 

Me comentó que tomáramos una ducha juntos, a lo cual, tímidamente accedí y tuve que desvestirme, de nuevo, mientras me observaba. Se quitó la ropa él también y desvié la mirada, buscaba la forma de no sentirme como me estaba sintiendo.  

 

Al estar tomando la ducha, me dio la espalda para enjuagar su corta cabellera y observé como el agua recorría su cuello, su torso hasta sus glúteos. Donde todo era perfecto. Mi mente otra vez entró en error y me sobrepuso. Me vi los pies, mis piernas, mi abdomen, mi pecho y por un momento estaba observándome fuera de mí. 

 

 “¿Le seré suficiente para Yael?“ 

No entiendo por qué sucedió eso, de dónde emergió. No podía tener envidia de Yael, si estaba obteniendo su materia, me estaba entregando parte de su cuerpo. Lo podía disfrutar como si fuera parte mía también. Mi alma no quería estar más conmigo. No quería estar ahí, aún que lo haya deseado. Intentaba de verme lo más normal posible, pero el sólo intento me entorpecía. Era una máquina que intentaba funcionar bien. Me evidenciaba el intento de ser natural y eso me hacía sentir peor.  

 

Después de la ducha, decidimos comer. Comí muy poco, no quería comer realmente. No podía estar Yael con alguien tan descuidado como yo (mi demonio hablando). Yael pronto tendría que cambiarse para ir a trabajar por el cual no le dio importancia que yo no comiera suficiente o que me notara algo extraño. 

 

Fue a su cuarto a colocarse su uniforme y miré que le quedaba tan bien y no podía parar de pensar qué todo le quedaba de maravilla en comparación de mí. Quería llorar, planteando quién era yo para que él se sintiera atraído por mí, ¿Esto era cierto? ¿él veía lo mismo en mí? No quise preguntarle, dejé ese sentimiento oculto. Tal vez en el futuro me daría cuenta de la verdad. Nos fuimos de su casa, pero lamentablemente yo ya no era el mismo.  

 

Haré una pequeña pausa, para explicar lo siguiente.  

Para mi Yael era perfecto, aunque no lo fuera. Nunca hizo referencia negativa o con desdén hacia mi físico. Era yo quien había hecho un menosprecio hacía mi en todo este desarrollo.  

En mi se había roto algo, por mi propia mente. Obsesivamente creía que tenía que mejorar físicamente para poder ser digno de él. Algo que nunca había sentido, es como si la inseguridad me aplastara. No podía coordinar más mi autoestima. Simplemente había perdido por el simple hecho de haber existido.  

 

A las semanas siguientes trate de muchas maneras de ocultarlo, Yael no tenía por qué enterarse. Aún que sospecho que lo supo desde un principio.  

 

Simplemente deje que los días fluyeran sintiendo un dolor interno que no podía expresar por vergüenza. Creía que, al seguir estando así, simplemente lo iba a olvidar.  Eso no ha terminado hasta la fecha.  

 

Los siguientes días fueron simplemente confusos, ya que tenía instalado el terror de que Yael supiera de mi autoestima. Decidí continuar descalzo, con ese secreto. Y aun así pequeñas anécdotas inigualables y épicas sucedieron, debido a que seguimos haciendo travesuras. Subimos un cerro donde por cierto Yael casi se desmaya al llegar a la cima. Casi nos descubren en un parque teniendo sexo, el guardia nos corrió. Son momentos que puedo describir como logros, grandes aventuras. Y no me hace sentir mal. Nos encerrábamos en baños públicos para disfrutar la adrenalina de no ser descubiertos. Nos reíamos y eso estaba bien. En fin, jóvenes. 

 

“Corrimos en la lluvia mientras se hacía de tarde y la noche nos alcanzaba, bailamos en la oscuridad y recorrimos los caminos tomados de la mano”.  

 

Deseaba dormir con él, abrazarlo y olvidarme de mi extraña situación, mientras el verano se consolidaba. Yaél percibía en mi algo extraño, poco a poco lo empezó a notar. No pude ocultarlo por mucho. Hasta que decidí hablar con él de lo que me pasaba, mientras en mi surgían varias dudas.  

 

“Secretamente quería ser bello como Yael porque mi mente quería verse como él. Se que no lograría tener ese físico y el sentimiento de frustración permeo mi seguridad haciéndola polvo. ¿Él sentiría compasión de mí? ¿Entendería este extraño dolor?  Nunca le hice la confesión con las palabras adecuadas porque la pena era el arma de me destruía al intentarlo.”