¿Adónde te me habrás ido?.
¿cómo fue que te alejaste
dejando mi casa vacía?.
Mi corazón envejecido
sin compasión quebrantaste
con tu súbita partida,
mis moradas has dejado,
en soledad abatido,
y de amor abandonado.
Tu rica herencia has pedido,
la que gratuita cobraste
con mi entrega por tu vida,
que en mi casa habías sentido
solamente mil pesares
que tu anhelo consumían,
del mundo eras olvidado,
sin sentido habías vivido
y sin ser suficiente amado.
Tu rica herencia has pedido,
la que gratuita cobraste
con el amor por tu vida,
que en casa habías sentido
solamente los pesares
que a tu ánima consumían,
que eras del mundo olvidado
y sin sentido has vivido
sin ser lo bastante amado.
Tomas tu legado de hijo
y aunado con ello arrancaste
mi dulce amor que te anima,
hacia el horizonte infinito
presto tus pasos llevaste
para perderme de vista,
y al extranjero has llegado
fuera de tu patria y tu nido
y el cariño de mis manos.
¡Corazón adolorido!,
¿Cómo pudiera expresarte
lo que duele tu lejanía?,
comprende que eres tú mi hijo
y yo te amo como padre,
tanto así que di mi vida
y sangre en tiempos pasados,
que renuevo y que repito
en mi amor diseminado.
Tomo mi bastón y abrigo
cada aurora al despertarme
y lento recorro esa vía
hacia el horizonte bravío
de las sendas inclementes
del pecado y la perfidia,
alcanzo el monte cansado
por ver si acaso te miro
con mis ojos marchitados.
Yo te pienso y me imagino
el sufrimiento constante
que padeces cada día,
me duelo triste contigo,
siento el suplicio y tu hambre
en esas tierras porfías,
veo el llanto derramado
por verte solo y perdido,
postrado y desconsolado.
Silente escuché el gritó
desesperado y distante
que a los cielos proferías,
cual aguja ensarta el hilo,
mis oídos suplicantes
tu plegaria escucharían,
¿qué no ves que yo he esperado
sin reclamos ni resquicios
el tomarte entre mis brazos?
Tomo mi bastón y abrigo,
más cansado y expectante
andando la antigua vía,
con corazón dolorido
pero mi alma llameante
por mirar a la lejanía;
y mi alma ha sobresaltado,
y mis ojos no han creído
lo que lejos he mirado.
Tu sombra perdida he visto
en un trémulo caminante
que inseguro se avecina,
¿acaso mi perdido hijo?
-duda mi mente constante-,
más el alma en fuego ardía
cuando te fuiste acercando,
y llorando y abatido
hacia mis pies te has lanzado.
“Padre adorado y bendito:
con mis pisadas errantes
he derrochado egoísta,
ya no merezco ser tu hijo,
ruego permitas quedarme
como sirviente en tu viña.
Un mendrugo dale a cambio
a este labrador maldito
que tu honor ha traicionado.”
Con la fuerza que he tenido,
de la tierra suplicante
hacia mi te elevaría,
este hijo que había perdido
por la muerte lacerante
ha regresado a la vida,
con amor he restaurado
tu honor y dignidad de hijo
pues con llanto te he lavado.
Reviste el fino tejido
con la túnica reinante
de tu herencia bendecida,
porta orgulloso el anillo
que te brinda el estandarte
de tu estirpe y tu valía,
maten al becerro cebado,
y festejemos a este hijo
que de muerte he rescatado.