Yeshuapoemario

Si alguien piensa que adora a Dios pero no mantiene bajo control su lengua, está engañando a su propio corazón, y su adoración no sirve de nada (Sant. 1:26).

 

En el susurro de las hojas se escucha una oración,

un murmullo que se eleva con divina intención.

Es la voz de una hermana, Kimberly su nombre lleva,

que en el aula, con su hablar, a Jehová siempre representa.

 

No hay crítica en sus labios, ni sombra de maldad,

solo palabras de aliento, de amor y de bondad.

Y en su eco, tan sereno, una compañera halló,

un reflejo de lo eterno, un camino que brilló.

 

Preguntó con alma abierta, ¿por qué eres diferente?

¿Qué secreto en ti se esconde tras ese hablar elocuente?

Kimberly, con dulce gesto, compartió su corazón,

habló de un Dios de amor, de paz y de perdón.

 

Y así, palabra a palabra, un curso bíblico nació,

de la semilla del hablar, una fe se arraigó.

Jehová, desde los cielos, con gozo pudo ver,

cómo el hablar de una hija, a otro a Él pudo traer.

 

Hablemos pues con sabiduría, con amor y con pasión,

que nuestro hablar sea un puente hacia la salvación.

Que al servir a nuestro Dios, en cada palabra y acción,

reflejemos su bondad, su justicia y su amor.

 

Porque en el hablar se nota, quién a Dios realmente sirve,

y en el silencio del alma, su palabra nos dirige.

Que nuestra voz sea un faro en la oscuridad del mar,

que guíe a los perdidos a un puerto de paz y amar.

 

Así como Kimberly, seamos luz en la penumbra,

con palabras que construyan, que sanen y que alumbren.

Que nuestro hablar sea eco de la verdad celestial,

y en cada frase que brote, honremos a Jehová.