EmilianoDR

_El Pleito de Dos Toritos_

 
 
_El Pleito de Dos Toritos_
 
 
 
Allá lejos en aquel alto,
se atacaban dos toritos:
las vacas se reían al ver,
peleando a sus amorcitos.
 
 
Bajo el sol brillaban los cuernos,
mientras el viento soplaba,
las sombras danzaban risueñas,
y el campo a la risa llamaba.
 
 
Las vacas, muy divertidas,
observaban el combate,
sin preocuparse un tomate
por sus parejas heridas.
 
 
Mugían y se mofaban
de aquella absurda contienda,
pensando: “¡Qué gran leyenda
estos machos nos regalan!”
 
 
Las vacas, en su sabiduría,
sabían que el pleito es en vano,
que al final, tras la contienda,
siempre hay un abrazo humano.
 
 
 
En el alto de aquel cerro,
la vida sigue su compás;
los toros, al fin cansados,
se olvidan de tanto luchar.
 
 
Y al caer el sol dorado,
los ecos se van apagando;
las risas de las vacas quedan,
en el aire, siempre bailando.
 
 
EmilioDr.
09/01/2024©℗
 
 
En mi soleado fin de semana en el campo,  pude ver a dos toritos que se encontraron en un cerro, sus cuernos brillando bajo el sol mientras se desafiaban mutuamente con miradas fijas y bramidos resonantes. Con el instinto de dominancia al máximo, comenzaron a embestirse, levantando polvo y maleza a su alrededor. Los movimientos eran ágiles y poderosos, una danza de fuerza y resistencia. Sin embargo, en un rincón cercano, un grupo de vacas observaba la escena con una mezcla de curiosidad y diversión. Sus risas resonaban en el aire, como si se burlaran de la gravedad del conflicto que se desarrollaba ante ellas. Las vacas, conscientes de su propia tranquilidad y del espectáculo que ofrecían los toritos, intercambiaban miradas cómplices y comentarios juguetones. Para ellas, la pelea era solo un entretenimiento pasajero, un recordatorio de que, a pesar de la intensidad de la lucha, la vida en la pradera seguía su curso. Mientras los toritos se esforzaban por demostrar quién era el más fuerte, las vacas no podían evitar reírse de su torpe comportamiento. En su mundo, la rivalidad entre los toritos era un juego, un acto que les permitía disfrutar del momento y fortalecer sus lazos sociales, dejando claro que, incluso en medio del conflicto, la risa siempre encuentra su lugar.