Hoy nace algo, una hoja más,
limpia, nueva en el calendario,
treinta días esperan delante,
una ilusión por hacerse real.
Hoy, justo hoy, con un sol
radiante, escondido, tímido
entre las nubes, un velo blanco,
disperso, no nítido, no diáfano,
que ensucia el cielo, lo mancha
de polvo, de bruma, y es ahí,
en la incógnita, donde el sol es,
donde se siente él mismo, ajeno,
y juega a ser barco a la deriva,
a salirse de su surco y soñar,
pensarse en otras órbitas, perdido,
en otras latitudes, en otra vida.
Hoy, domingo, y en mi cocina
un papel blanco, cuadriculado,
se apodera del trozo de pared
al lado del teléfono, números
en negro con apenas alguno rojo,
y una nueva ramita de peregil
clavada en una alcayata vieja,
mi madre se encarga, y llama
a la suerte, que no falte por dios
ese empujoncito tan necesario, vital,
de cuya fuente no se tiene noticia.
Hoy, al despertar hoy, ya tarde,
con el cielo ya pintado arriba, verano
furioso, lejano de periclitar, del ocaso.
Hoy nace, y pronto algo ocurrirá.
Algo maravilloso. Lo siento.