Salvador Galindo

Cuando la voluntad no era un pretexto/Histeria del logos

Cuando la voluntad no era un pretexto

Solíamos abrir lo mejor de nosotros mismos

Sin otra prerrogativa que un silencio

Forjado al calor de miradas y lenguas furtivas

Pero si no consigues comprender este silencio

¿Cómo comprenderás las palabras

que se marchitan al ser escuchadas?

La perseverancia de lo efímero

Tan intenso como para obviar el adiós

Entre tactos que empapan la nostalgia

De un querer incógnito pero líquido.

 

Querrás saber y morder

El máximo fruto de mi paladar y excitación

Ahora que una zona baldía se tiende

Entre tus sueños y mi insomnio.

No puedo siquiera concebir la idea

de cierta electricidad que me arroja despierto

a plasmar las imágenes que nerviosa proyectas en mi palidez

como si fuese tu perverso espejo privado

como en una orgía de narciso

o mejor, como una vil mascota, un adorable caos

sometido como otras tantas veces y sitios

a la volatilidad del ánima femenino,

mordiendo solo la cáscara

de las ofertas que resecas al hablarme

se trata de tirar de las cuerdas sin romperlas

usando la voluntad como ruin prestidigitación de las emociones

un carrusel donde solo mi cabeza olvida órbita

y el lenguaje, ese que me reprochas

como si la memoria y los secretos en vela

no fuesen garantía suficiente.

 

Nuevamente volvemos al juego maquiavélico

Que involuntariamente consentimos

dada nuestras omisiones y desenfados

sin otro nombre que aquel forjado entre sábanas e imprecaciones al alba

No podemos sino acatar la ebullición de los impulsos aquí pactados

El uso y abuso de la razón

Merced a manos siniestras que escriben cada uno de nuestros sabores y amarguras

En nombre de abstracciones que tranzamos solo por servir a nuestra propia justicia

Supongo no creerás en semejantes mitos

Propongo botar los velos y destruir los clichés

No hablemos ya de equilibrios ni de comunicación

Qué cambiaría con la ambigüedad del logos

Si no fuese sino un desatino perpetuo de nuestras expectativas respecto al mundo

Un simulacro tras el telón de realidades inconexas

Que en algún momento de entropía suprema

se unieron y desligaron casi al unísono

a la manera de la milagrosa sinapsis que permite el discurrir de esta confesión.

Evidentemente nos encanta actuar a modo de electrones

que solo tienen como fin el choque y autodestrucción mutua

Casi como si tu sentido del apego estuviese acorde

con el vértigo de semánticas y de químicas viscerales,

frívolas, caducas como los últimos pólenes de primavera

Todos síntomas de mi alergia metafísica a las relaciones

Tirar de las cuerdas hasta el punto de romperlas

Intentas jalar las mías hasta el paroxismo de mi apertura.

 

Demuestras excavar en mi interior

Para imprimir el espejo enterrado de ciertas vanidades

no sé si cultivadas desde las faldas de tu madre

o desde una suerte de arquetipo femenino,

alguna clase de símbolo que explique semejante histeria épica

entonces cada vez que veo a tus ojos y escucho esos labios

me vuelvo una caverna cada vez más negra y más honda para tu persona

para el recreo de una voluntad tierna en su violencia, violenta en su ternura.

 

Y así procuro envolverte aunque aparezcas ligera

más allá del tubo de escape de nuestras furias y determinaciones.

Cuando cada cual juega a ser las máscaras del otro, y juzga si es el rostro legítimo

Sin ánimo de panaceas ni revelaciones

Cada cual lavas las manos que esculpen sus fetiches personales y recíprocos

Y las muerde hasta el punto de amarlas y usarlas

Todavía no conscientes del riesgo de diluirnos

Y confundir las faces que calzan con nuestros miedos y ocasos

Aunque así tu alada felicidad me sepa a tragedia

Y mi mundo interior te resulte cómico

Por inverosímil pero cándido, falsamente vital,

Al uso y abuso de una razón de niña

Sin embargo ético hasta el punto del abismo.

Para ti o para mí:

Nada más que una combustión interna

Entre la insolencia de tu alegría y mi gravedad.