Entré de puntillas y dormía
quizás soñando cielos y lunas,
la besé y me fui
no sin antes dejarle mi dignidad en la mesita de noche,
se la entregué con vehemencia
envuelta con trapitos de decepción.
Una lagrimilla, testimonial, dejé como rácana propina propia de mi pueblo.
Encontré un trocito de mí mismo en nuestra cama,
un alter ego impostando mi presencia.
Estaban en huelga los grillos, la luna, las nubes,
y se corrió la voz;
se declaró la guerra y la revolución
y todos los amantes del planeta fueron yo...
El amor se amontonó desordenado como un cubo de basura en un lugar solitario.
Y en el cristal transparente y brillante de la incomunicación me doctoré en desamores,
me licencié en tristezas,
y me otorgué la orla con matrícula de honor.
RBP (22/8/24 - 10:44)