Seguramente está muerta o quizás está viva. Viva después de golpes, mutilada, torturada, pero viva.
Quizás no recuerda su nombre, quizás habita bajo la tierra o en el fondo de un río... encadenada.
Quizás sea un árbol siempre verde o un rosal de bellas rosas negras. O quizás duerma debajo de caminos o nos vea desde el cielo azul gritando primaveras y justicia.
O quizás esta sencillamente muerta, con los huesos rotos y la cabeza partida, y por eso me siento aquí a llorarla, buscando su huella entre las cenizas.
Recordando su voz y su sonrisa y el día maldito que atravesaron la puerta, llevándose todo en funesto delirio de alas rotas y sombras negras al mediodía.
Seguramente está muerta. Sin tumba ni flor, sin manos ni dientes, para que la culpa asesina... no sea reconocida.