ELLA y YO
En mi amarga y dura soledad,
me decidí, a buscar una amiga,
una mujer madura, tierna y sensible
para convertirla en compañera y amante,
para pasar con ella el último de mis otoños,
y para encauzar así, mi desordenada vida.
Y apareció ella, maravillosa y sensual,
como no la había conocido en toda mi vida.
Era magnifica, cariñosa, bella y divina,
pero… era a la vez, prohibida para mí,
por… su situación social que la privaba
de toda libertad para amar a otro.
Durante casi dos largos años, vivimos
un amor juvenil, apasionado y loco.
Sabiendo ambos que no tendría buen fin,
vivimos el día a día sin pensar nunca
en el mañana, pero ese mañana, colgaba
constantemente sobre nuestras cabezas.
Éramos ambos de un genio muy fuerte,
discutíamos continuamente por cosas
sin importancia, y ante sus desmadres
continuos, era yo el que cortaba la relación.
Pues, buscaba en el amor, paz y tranquilidad,
no una relación de locos quinceañeros.
Los dos éramos, personas orgullosas;
ella, no admitía que yo la abandonara,
y normalmente, era también ella la que daba
siempre el paso, para reanudar la relación,
a lo que, con amorosa pasión, cedía yo
para volver, a ese amor infernal y prohibido.
De lo que era mi desordenada vida…
pasó a ser mi desesperada vida.
No procede hablar de tiempo perdido,
toda relación deja al igual que el vino, un poso.
En este caso, formado por heridas sin cicatrizar,
heridas que vivirán conmigo para siempre.