Eres hija de la naturaleza desmedida, madre de todas las madres terrestres, tu tienes una corona de espigas, y en tu cuello largo caen gotas electrizantes de pasión.
Brusca, azotada, fuerte, hábil, diurna, rosa de sal y besos sumergidos en un otoño gris, como la boina que traje de la mercadería y se empapó de un azul terrestre, como tus uñas pálidas que lucharon por no perderse en mi ancha espalda.
Y dejaron su rastro, dejaron sus huellas, tus huellas de mujer hábil y terrestre.