Ella vestía de amor
con traje de luz y sueños,
con tules de fuego y leños,
que la cubrían de ardor.
Él quería su candor,
con sentimientos pequeños,
y no cesó en sus empeños
hasta deshojar la flor.
Y se quedó así, marchita,
sin sueños, sin esperanza,
con su tristeza infinita.
Y el recuerdo en lontananza
muchas veces resucita
y ella viste de venganza.