gaspar jover polo

A LA HORA DE LA SIESTA

A LA HORA DE LA SIESTA

 

Durante la hora de la siesta,

el hombre se decidió

a apoyar la cabeza sobre la superficie del vientre

de la muchacha, mientras ella permanecía tumbada, al sol,

boca arriba

y se dejaba hacer en apariencia relajada y ociosa

pero, en el fondo, atenta,

no de una manera intuitiva sino comprendiendo

hacia dónde la conducían aquellas palabras

de asentimiento que todavía no había pronunciado,

de compromiso con la intensidad

sentimental de aquella cosa nueva.

En el solar de la tarde

permanecía quieta y callada,

pero interesada también

por las reacciones del hombre alto, rubio,

también callado y serio,

como si estuviera contemplando a través de una ventana

reciente el brusco giro de los acontecimientos

y el cambio de perspectiva.

El rostro de cara al sol, los ojos semientornados

pero, en el fondo, implicada, alerta,

más que nunca clarividente,

con el brillo de la mirada, bajo el peso de los párpados,

más ardiente que nunca.

 

 

Gaspar Jover Polo