PRESENCIA DIVINA - CORAZÓN BARDO
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ENTRE LA RUTINA Y LA LUZ DIVINA
En la rutina diaria, el reflejo
del día a día opaca el divino
misterio que en el alma es adivino,
como un murmullo en el ser más complejo.
A veces, en la niebla del reflejo,
no vemos a Dios, ni el camino fino,
ni el eco de su amor tan genuino
que en la penumbra es un tenue consejo.
Y sin embargo, en la sombra oscura,
en cada paso, en la duda fugaz,
está su presencia, es la luz que augura.
En el silencio hallo lo que es paz,
y aunque mi ser la rutina aprisiona,
Dios es el faro que mi alma emociona.
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ECOS EN LA NIEBLA DEL DÍA
En la rutina de un día gris y mudo,
donde el tiempo parece ser la ley,
busco a Dios en cada amanecer,
pero su rostro es un velo desnudo.
Aunque en la prisa del vivir rudo,
Su presencia se oculta sin por qué,
y en la confusión, a veces no sé
si estoy más cerca de su amor profundo.
Aun así, en el desierto de lo cotidiano,
una chispa de fe me da esperanza,
y en la distancia siento un toque llano.
Su esencia en el viento danza y avanza,
y en cada rincón de lo mundano,
sé que Su amor es la eterna alianza.
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REFLEJOS DE FE EN EL DESIERTO COTIDIANO
En la maraña de la vida, busco
la luz de Dios que a veces se oculta,
detrás de la rutina que sepulta
mis anhelos en un profundo truco.
El tiempo avanza, y en su curso lucrativo,
es fácil perderse en la corriente,
y olvidarse del amor omnipresente
que siempre ha sido nuestro impulso.
Mas en la calma que precede el día,
cuando el ruido cesa y el alma canta,
Siento a Dios, la verdad que guía.
Es en el silencio donde me espanta,
que en lo oculto, en lo tenue y sombrío,
encuentro a Dios y su amor, mi alivió.
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EL SILENCIO Y LA PRESENCIA OCULTA
En cada jornada, en cada frenesí,
donde la rutina es dueña del sendero,
busco a Dios en el horizonte entero,
pero su presencia parece huir.
En el vaivén de la vida que se olvida,
Su esencia se esconde tras el velo,
y el día a día es un denso y gris cielo
que oculta su luz y la paz perdida.
Aun así, en la noche más profunda,
cuando el alma se libera del afán,
Su amor se revela, y mi ser se inunda.
Es en la quietud que encuentro el clan,
de Dios que siempre está y nunca se esfuma,
en el silencio, en lo eterno y humano.
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EL AMOR DE DIOS EN EL TIEMPO ERRANTE
En el correr de una vida errante,
donde la rutina nos roba el mirar,
me esfuerzo en encontrar, sin cesar,
la mano de Dios, tan deslumbrante.
Aunque el camino cotidiano es distante,
y los días se funden en su andar,
en el murmullo que parece callar,
Dios se esconde en lo sutil y amante.
Cada pausa en el tiempo que vacila,
cada silencio en el ruido que pesa,
es un susurro de amor que alumbra.
En cada instante, la paz que regresa,
es el eco de su presencia que brilla,
y en lo oculto, su luz nunca se oculta.
Autor: LUÍS APAZA H. Alías: Corazón Bardo
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