FILOSOFÍA DE LA ESPERANZA
I
¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo pasa!
—¡Profesor!, ¡profesor!, ¡profesor!
Toda una vida enseñando Filosofía!
—¡Toda una vida!
Recuerdo el atardecer,
el aula de clases,
los estudiantes del primer semestre de Educación,
cincuenta y cinco alumnos.
El mar inmenso y las gaviotas en la cima del arcoíris.
II
A todos mis amigos les hablaba siempre de lo mismo,
las clases, las anécdotas, la filosofía,
de los anhelos que florecían en mi alma.
¡Era hermosa la vida!,
¡la luz mágica del sol!,
¡eterna la primavera!
Ser educador es una aventura especial,
una vocación espiritual,
un camino de trascendencia.
III
¡Cuántas gotas de lluvia he visto caer!,
¡cuántos exámenes corregidos!,
¡cuántas noches de silencio!
Recuerdo las discusiones apasionadas entre colegas;
“y dale y dale con el discursito de los oprimidos por el capitalismo…”,
“¿vas a seguir con ese catecismo de cura de pueblo…?”.
Horas y más horas
y nos decíamos las mismas tonterías de siempre.
IV
La llovizna de agosto
y las tardes de café.
Aquí no hay placas, ni bustos “en honor a...”,
pero dejaron recuerdos,
encendieron la llama de la vocación docente.
¡Dios, cómo pasa el tiempo, cómo pasa!