Salvador Galindo

La peripecia, el desconocimiento

I

 

La peripecia, el desconocimiento

nuestra historia así como la historia de lo abierto

siempre estuvo al borde de lo que pudo ser

pero no pudo,

en el momento en que cerraste esa puerta

y tu nombre siguió sonando adentro,

como un condenando mantra.

Di la media vuelta

y caí en el meollo de tu ausencia.

No hiciste rebobinar un rollo prohibido

como si en esa vuelta atrás

hubieras recobrado el tiempo perdido

y el aliento que no consiguió deletrear

este silencio.

 

Boca arriba

tu sola imagen me desarma

a medida que concilio

el recuerdo de tu sedienta lujuria

con un atractivo destino frente a la esfinge,

ahora que busco acabar con un ensayo sobre Sófocles y la Moira

en el fondo, la musa que nos huye

simplemente para que aceptemos el destino

de vivir arrebatándonos la mirada.

 

 

II

 

 

Encubro tus silencios mejor que tus mentiras. Y lo sabes.

Hago como si no existieras

mejor de lo que tú haces para desaparecer

Solo te pido que no vuelvas nunca

y yo sabré callar tu oscuridad.

 

 

III

 

 

Tranquila estás

Como un enigma bárbaro

Como una plaga sin ciudad

Como una bomba sin tiempo

Pronta a engendrar

La pólvora callada

La explosión sorda

Que soy en ti.

 

 

IV

 

 

Tranquila,

Es solo la ataraxia de tus días,

Enciende el televisor,

prende el ordenador

revisa los mensajes

responde lo necesario

Entonces, nuestro hielo se hará agua

Tu hielo se hará agua

Ese es el curso de las cosas

Ya lo has leído

ya lo has visto

Todo tiene su orden

Eso que llamas futuro

Sabe a tus gemidos.

Una voluntad tú lo sabes

Esa misma que te come,

Deseas su profundidad

Pero tranquila estás,

Ya lo sabes,

Tu hielo se hará agua…

Permíteme nadar

No caeré otra vez,

Solo sé respirar

El oxígeno que vacías,

El aire que quiebras,

¡La mentira que crías!

Una palabra

un camino

una anestesia en tu capricho sin cuerpo.

 

 

V

 

 

Ahora que tu atención está completa

te volverás a quitar la ropa

atenderás tus lecturas como si tu orgullo profesional

opacara esas miradas y esos celos

Harás como si no hubiese ningún otro rey marchito

en la ventana

tratando de conseguir una llamada perdida

Como si el sonido de la ducha

Hubiese sido suficiente para imaginar

otro continente sumergido

sin mi hidalga presencia,

como si mi ignorancia respecto de tu vida

fuera suficiente para volverme héroe de un solo tajo

y arrancarme estos ojos

que se atrevieron a mirarte

y cortarme esta lengua

que osó en algún momento

nombrarte

probarte.

 

 

VI

 

 

Es producto de nuestra veta filosófica

es una consecuencia de nuestro delirio poético.

Sin embargo, tú sigues con ese sueño de culebrón

mientras arguyes sobre la lógica

y yo sigo arrastrándome como un plebeyo

a medida que hago de esta una clausura épica

Mejor aún:

el telón de fondo digno

para una teleserie trágica.

 

 

VII

 

 

Nada está cerrado hasta que lo abres

Simplemente prueba a clausurarme.

 

Deyanira desea la muerte

Heracles le resiste

Ya ves, los polos están abiertos

Caes a mí, sales

Como de un portazo.

 

Nada está cerrado hasta que lo abres

Nada se cierra sin una última apertura

Ese ruido tuyo limita con nuestro exilio

Eres entonces una dulce sentencia

La grieta maestra de nuestro hielo.

 

 

VIII

 

Sin embargo, solo nos queda lo abierto

esos ojos sangrientos

ese misterio desnudo

esa plaga que avanza

nuestro público, nuestros amigos que aplauden y sonríen

celebrando que ya era hora de partir

que ya era hora de dejarnos, el uno al otro,

sin antes una última lectura de versos trasnochados,

Un último revolcón lírico

Un último asesinato

a espaldas de los oráculos

antes de saber la verdad

antes de partir a cualquier parte

mientras nuestras ausencias fornican secretamente

riéndose de nosotros a carcajadas.