El tiempo pasa y procede ser humildes,
pacientes y sin relojes detenidos.
Frente a los eclipses, no hay magia que valga,
hay razón, besos curvos y recurrentes
y pensar que nosotros somos
la inmensa mayoría, como la rosa
que renace diferente siempre,
pero con su eterno y mismo aroma,
con su tacto infinito, cada primavera.
Un paisaje de latidos floreciendo como almendros
es la vida, la transitable desnudez, el silencio,
el corazón que galopa como una muchedumbre,
tu mano que pasea sobre mi cara,
tu risa de pájaro transparente
y la luz azul que te brilla en los ojos.
Una barca ante un mar infinito
nos balancea a la orilla del sueño
y sentimos la suave paz de la noche,
el amor que enciende más amor
y nos quema en el paraíso que nos salva.