Quizás una intensa pesadilla
fue el preludio que abrió la vía,
una flecha hiriente, inesperada,
alcanzando lo más hondo de mi mente aturdida,
conduciéndola a un limbo sin final,
donde todo se paraliza en un estado irreal
hasta que la realidad despierta, súbita,
rompiendo el silencio de la noche infinita.
Mis pensamientos llegaron a su destino
mientras mi cuerpo transitaba con desatino
en el vagón de la esperanza,
donde la lectura era una dulce danza
que curaba la angustia que me llenaba,
como un bálsamo en la vida desgastada.
Al llegar a la estación de los deseos,
una luz de optimismo, suave, me dio paseos,
subiendo al taxi de las respuestas
que mis preguntas aguardaban en fiestas.
Las dudas ya iban desapareciendo,
dejando espacio a certezas que van creciendo,
que, con un agradable alivio,
limpiaron el camino de asperezas en su desafío.
José Antonio Artés