Al buen entendedor, con una palabra basta
más sonó tan estruendosa que aplastó las esperanzas
mostró intenciones ocultas, resentimientos del alma
pedregales donde el odio depositó su nidada.
Imperdibles que sostienen cicatrices tan ajadas
a fuerza de arrinconarse para pasarle la plancha
cuando en fiestas domingueras ameriten ser usadas
metáforas intermedias, para ser adivinadas
los acertijos cobardes que nunca muestran la cara.
Interpretando el silencio pude descifrar la trama
en el jardín de la noche, frente a la luna plateada
bajo el azul terciopelo de la calma agujereada por
millones de estrellitas que en un guiño confirmaban
tiempo de soltar las velas, y echar las naves al agua.
Hay que dejar el bojeo y adentrarse en tierras altas
descubriendo una sonrisa, conquistando la palabra
fundando ilusiones nuevas, para reinar en mi plaza
plaza donde mi gobierno sea la razón que manda
sin presión o intervenciones de alguna fuerza foránea.