El hombre puede ser bueno, justo y triste, pero
no importa
siempre estará con la carne viva, con la sed
ligada al silencio,
desmoronándose siempre en el aire alado
que nunca duerme,
que pasa todo el tiempo rozando el pálpito
de la tumefacta herida.
El hombre puede ser viejo, solo y triste, pero
no importa
no pide mucho,
seguirá siendo diminuto, apenas un susurro
sumiso,
un soplo, una respiración arrastrando la vida
sin tiempo…
como si en cada paso llevara algo del morir
de otros hombres, además del suyo.
Hombre, humano pobre, humilde, que padece,
perdido y solo en campo abierto,
silencioso de tanto peso, de tanta tierra,
profundo por tanta ausencia…
Parecería que le crecieran los pies de tanto ir
y las manos de tanto dar.
Parecería que alguien le murmurara a cada paso:
“un poco más…”
Parecería que Dios lo resucitara a cada rato
para que siguiera muriendo en este mundo.