Ayer higuera blanca, hoy savia muerta,
ayer brotabas, hoy agonizas envuelta
de recuerdos mudos y brisas.
Ayer montaña blanca, hoy árida loma
fragosa de fácil llano para el villano,
al cóncavo ajustando de los cielos,
al declinar el sol entre nubes ocultas.
Ya nadie conoce de púrpura tus versos,
y hueco cede al alcornoque inculto
tu insigne conocimiento culto,
al fin, al más ignorante del plomo
fulminante del acero que lo engasta.
Y mientras dulce este tu muerte anuncia,
¡cuán presto en piélagos de mares ignorado
y montes lejanos tu insigne conocimiento,
en el misterio de la niebla y el olvido!
Como ayer aramos y sembramos, hoy recogemos:
ayer aramos un alterado mar,
sembramos una estéril arena,
hoy recogemos nublados y tempestad.
Ayer una torre fabricamos, del viento en la vanidad,
mayor que la de Babel, y de confusión igual.
Ayer gloria llamábamos a la pena,
a la tiranía, libertad, miel dulce al amargo acíbar,
principio al fin, bien al mal.
Hoy sólo nos queda: agonía, agonía,
sueño, espejismo y sueño.
Si la oscura tierra se traga la ciencia ignorada,
¿qué espera el ser humano luces en la oscuridad?
¡Camine por los antiguos senderos el ser humano,
que el paraíso perdido ha de buscar,
que nuevas sendas en la literatura ha de hallar!
Donde culta rima y bella
un lecho abriga y mil dulzuras cela.